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Llegamos hoy al cierre de esta serie que titulé Anatomía Cristiana.
Inicialmente hablamos sobre la lengua. Aprendimos la cruda realidad que vivimos como creyentes respecto a lo que es nuestra lengua. La lengua revela lo que realmente somos, nos pone en evidencia. Muestra con nitidez lo que hay en nuestro corazón. Como dice Mateo 12: 34, de la abundancia del corazón habla la boca. En especial aprendimos que la boca revela nuestro pecado. Concluíamos entonces, que sin la ayuda del Espíritu Santo, la lengua no la podemos controlar. Y nos quedó como desafío memorizar y recordar un versículo, ¿alguien lo recuerda?
Salmo 34: 13
Guarda tu lengua del mal, Y tus labios de hablar engaño.
Después abordamos el tema del corazón. En esa ocasión vimos lo que la Dios dice acerca de nuestro corazón, entendiendo que el corazón es el núcleo de lo que somos y que lamentablemente es ahí donde se encuentra arraigado nuestro pecado. Jesús dijo en Mateo 15: 19:
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
Eso es lo que hay en nuestro corazón. Y veíamos que podemos intentar con acciones externas disimular lo que que hay en el interior, pero en realidad nada de eso realmente puede limpiar o desarraigar nuestro pecado. Ninguna acción externa trae transformación al interior. Es por eso que necesitamos de la salvación en Cristo, como dice 1 de Juan 1: 7: … La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.
Y también nos quedó otro desafío, memorizar Salmo 51: 10
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Y habiendo visto la lengua y el corazón, hoy concluimos esta corta serie hablando sobre la mente.
Abramos nuestras Biblias en el libro de Efesios capítulo 4, y leamos los versículos 17 al 24
Como ya lo he mencionado en las otras dos oportunidades, la lengua, el corazón y la mente están estrechamente vinculados entre sí. Lo que habla nuestra boca sale de lo que abunda en nuestro corazón, y lo que abunda en nuestro corazón se alimenta de lo que pasa por nuestra mente. Y parte de lo que deseo lograr hoy, es que cada uno de nosotros piense en esto último que dije: en lo que pasa por nuestra mente, en lo que pasa por tu mente.
No sé si alguna vez nos haya pasado, o a cuantos nos haya pasado, y esto le sucede más a las personas altas, y es golpearse en la cabeza al pasar por debajo de una puerta, una biga o algún objeto suspendido a baja altura. Recién nos conocimos con Paola me pasó algo así. Iba llegando con ella a la casa de sus padres y un vecino solía abrir una ventana que quedaba a poca altura y resultaba fácil golpearse con ella si uno no observaba bien. Bueno, pues yo caí en esa “trampa”. Me hice una herida en la cabeza al golpearme con el filo de esa ventana. Podría decir que la persona que abrió esa ventana no era consciente del peligro que representaba, y culparla por mi accidente. Pero a la larga ¿quién debía cuidar su cabeza? ¡Yo! En realidad eso me sucedió porque yo no estaba cuidando mi cabeza. Después de eso, cada vez que pasaba por el lado de esa ventana, tenía mucho cuidado de mirar bien y evitar golpearme de nuevo.
Esto me lleva a pensar en el cuidado que debemos tener de nuestra cabeza como cristianos. ¿Nos interesamos, hacemos esfuerzos reales con el fin de cuidar nuestra cabeza, lo que entra en ella?
El diccionario define la mente como:
- Potencia intelectual del alma.
- Designio, pensamiento, propósito, voluntad.
- Psicol. Conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes, especialmente de carácter cognitivo.
La palabra griega que en el Nuevo Testamento se usa para traducir la palabra mente es vouç (nooce), y significa aquello que abarca las capacidades de percibir, entender, sentir, juzgar o decidir.
Yo la definiría como la capacidad intelectual de entender y razonar.
Podríamos decir que la mente opera como el centro de operaciones de nuestros sentidos, y aquí vale la pena diferenciar la mente del cerebro. El cerebro es la parte física, la mente es el contenido. De nada me sirve tener el mejor computador del mundo, si no tiene en su disco duro la información que necesito para trabajar. En realidad la mente es la integración de toda la información que se almacena en nuestro cerebro.
Ahora, ¿por dónde entra esa información? Entra por medio de nuestros sentidos. No hay otro medio por el cual podamos adquirir información a menos que sea a travez de nuestros sentidos. Ya sea por que lo escuchamos, lo palpamos, lo olemos, lo gustamos o lo vemos. Cuando alguien pierde alguno de sus sentidos, pierde la habilidad de captar información por medio de él, y por eso desarrolla mejores habilidades con sus otros sentidos. Y toda esa información se almacena en el cerebro y nuestra mente se encarga de administrarla.
La palabra de Dios habla en diversas partes acerca de la mente. En Efesios 4: 23 dice que debemos renovar el espíritu de nuestra mente, Pablo también, en Romanos 12: 2 nos dice que debemos renovar nuestro entendimiento. Tito 1: 15 dice que la mente y la consciencia de los incrédulos están corrompidas. Colosenses 1: 21, hablando a cristianos, dice que en otro tiempo éramos enemigos (de Dios) en nuestra mente, haciendo malas obras. Romanos 1: 28, hablando del envanecimiento del hombre contra Dios, dice que ante el deseo de la humanidad por hacer lo malo, Dios los entregó a una mente reprobada para hacer lo que no es debido. Todo esto me hace recordar lo que veíamos del corazón. De hecho, en la palabra de Dios muchas veces encontramos que la palabra corazón se refiere a mente y en otras encontramos que la palabra mente se refiere al corazón.
Así que, a la luz de estos pasajes, podemos ver que el panorama respecto a la mente no varía mucho en comparación al de la lengua y el corazón. Podemos darnos cuenta que por nuestro pecado y la inclinación de nuestro corazón, nuestra mente no es la más pura y el hecho de que necesite ser renovada equivale a la necesidad que tenemos de que nuestro corazón sea limpiado. No renovamos algo nuevo, renovamos algo que está viejo, desgastado o inservible. Bueno, eso es lo que sucede con nuestra mente natural. Necesita ser renovada, cambiada.
Como ya lo dije, nuestra mente es aquella parte de nosotros que recibe y administra la información que adquirimos a travez de nuestros sentidos. Y cuando me refiero a administrar esa información, quiero decir que nuestra mente no se limita a ejercer una actividad mecánica con esa información, como quien recibe un documento y lo archiva. No. Nuestra mente asimila esa información. Es decir que la absorbe y la pone en funcionamiento.
Y teniendo esto en mente, volvamos al pasaje que leímos inicialmente, Efesios 4: 17 – 24
Este pasaje va dirigido especialmente a creyentes o quienes dicen serlo. Pablo nos anima a no andar, a no vivir como los otros gentiles. Los cristianos de Éfeso, en su gran mayoría eran gentiles, es decir, no eran judíos. Y Pablo al decir “los otros gentiles” se refiere a aquellas personas que no habían creído en el mensaje del evangelio. Pero miremos bien la advertencia de Pablo: dice: “ya no andéis”. Ese “ya no”, nos indica algo que debería dejar de hacerse.
Lo que Pablo está comunicando aquí es: dejen de hacer lo que hacían antes, aquello que los demás gentiles siguen haciendo. O como lo dice la Nueva Traducción Viviente:
Con la autoridad del Señor digo lo siguiente: ya no vivan como los que no conocen a Dios, porque ellos están irremediablemente confundidos.
¡Ya no vivan como los que no conocen a Dios! ¡Vaya! esto para mí es confrontante.
¿Cómo estás viviendo tu vida? ¿Cómo se ve tu vida desde la tribuna?
¿Quiénes aquí podemos decir que hemos conocido a Dios? Bueno, a la luz de este pasaje, Pablo nos dice que ya no vivamos como los que no conocen a Dios. ¿Y cómo son los que no conocen a Dios?, veámoslo en los versículos 18 y 19:
Tienen el entendimiento entenebrecido (la mente llena de oscuridad). Ya no vivamos como los que tienen la mente llena de oscuridad.
Ajenos de la vida de Dios (Vagan lejos de la vida que Dios ofrece). Ya no vivamos como los que vagan lejos de la vida que Dios ofrece.
En ellos hay ignorancia (Cerraron la mente). Ya no vivamos como los que cerraron la mente, los ignorantes.
Su corazón está endurecido (Endurecieron el corazón hacia él) Ya no vivamos como los que endurecieron su corazón.
Creo que esta es una descripción precisa de lo que vemos en el mundo, y miremos que Pablo se refiere a la mente en varias ocasiones. Al mencionar el entendimiento, y de la ignorancia.
Una mente oscura es una mente lejos de la vida que Dios ofrece. La manera de pensar de este mundo rechaza abiertamente a Dios y ¿saben? Aquí encuentro una ironía: ¿Qué les dicen los que rechazan a Dios a las persona que dice creer en Dios? Lo llaman “ignorante” o de “mente cerrada” o dicen: “abre tu mente”, o “tienes que ser de mente abierta”. Pero por lo que veo en este pasaje los ignorantes o de mente cerrada son otros. Este pasaje indica que los que no han conocido a Dios son personas ignorantes. Una mente cerrada es una mente que solo quiere aceptar y creer lo que es de su conveniencia, lo que le agrada, lo que se adapta a sus intereses. Y esto tiene sus consecuencias ante Dios: Romanos 1: 20 – 28:
No aprobaron tener en cuenta a Dios, rechazaron a Dios, se envanecieron en sus razonamientos. En otras palabras, prefirieron seguir sus propios pensamientos en lugar de aceptar los de Dios.
Así que, las personas que rechazan a Dios son las que tienen la mente cerrada, que la cierran al conocimiento de Dios, que endurecen su corazón y lo rechazan.
Volviendo a Efesios 4, Pablo nos insta insistentemente: ya no vivan como los que no conocen a Dios. Y ¿qué dice el versículo 19?
Las personas que no conocen a Dios, que se han envanecido en sus pensamientos, han perdido toda sensibilidad y su consciencia se ha cauterizado, se ha insensibilizado, de modo que se entregan a sus pasiones, a la lascivia y cometen con avidez, sin restricciones, toda clase de impurezas.
¿Empezamos a ver el contraste aquí?
A raíz de este pasaje podemos ver dos tipos de personas, las que conocen a Dios y las que no lo conocen. Y ambas hacen cosas opuestas. El que no lo conoce se ha envanecido en sus pensamientos. El que lo conoce ha renunciado a sus pensamientos para adoptar los de Dios. El que no lo conoce ha perdido toda sensibilidad para pecar sin restricciones ni remordimiento, mientras que el que lo conoce es sensible y no pude pecar sin sentir culpabilidad ni remordimiento. Y esto es muy importante que lo tengamos presente. Un verdadero cristiano no puede deleitarse en el pecado sin sentir vergüenza ni culpabilidad. Una persona que no ha conocido a Dios ha perdido toda sensibilidad y disfruta de su pecado sin sentirse culpable.
Por ejemplo, ¿Qué dice el mundo sobre la fornicación? ¿Qué tiene de malo?
¿Nos vamos dando cuenta?
Ya no vivamos como los que no conocen a Dios. No debemos vivir así, es más, no podemos vivir así. Nuestra mente ha sido iluminada, ya no andamos con el entendimiento entenebrecido. Ya no somos ignorantes porque conocemos la verdad, ya no tenemos el corazón endurecido.
Es verdad que hay pecados con los que luchamos más que con otros. Y aquí quiero hacer un paréntesis. Si en tu vida hay un pecado con el que luchas constantemente, (y si tienes el Espíritu Santo sabes cuál es) si caes y caes y sigues cayendo, tengo que decirte algo: es muy difícil que lo superes sólo en tus fuerzas, necesitas ayuda. Te recomiendo buscar a un hermano en Cristo que tenga la suficiente madurez para ayudarte a luchar contra ese pecado. También te tengo una noticia: es muy probable que haya más personas luchando con lo mismo, el problema es que muchas veces intentamos pretender que todo está bien en nuestras vidas. Si luchas con algún pecado, y has conocido a Dios, el Espíritu Santo está en ti, y constantemente te va a estar recordando que lo que estás haciendo no agrada a Dios, así que busca ayuda.
Pero, si sigues en tu pecado sin ningún remordimiento, si te deleitas en él, si lo disfrutas, es muy probable que no hayas conocido a Dios. Miremos lo que dicen los siguientes versículos: Efesios 4: 20 – 24
Si has conocido a Dios entonces has aprendido de Cristo cómo debes conducir tu vida, si es que de verdad le has oído y has sido instruído por él. Si no ha sido así, entonces es probable que no hayas conocido a Dios.
Y quiero que leamos estos versículos pero en la versión Nueva Traducción Viviente.
Ante la manera de vivir que teníamos antes, Pablo nos dice que nos despojemos, que nos quitemos de encima el viejo hombre, las viejas costumbres, la antigua manera de pensar, ¿por qué? porque están viciados, están adaptados a los deseos engañosos, a nuestros deseos, a nuestra propia manera de pensar y no la de Dios y… ¿qué dice el versículo 23? renovémonos en el espíritu de nuestra mente, vistámonos del nuevo hombre, que ha sido creado según Dios, que está amoldado a Dios en Justicia y la santidad de la verdad.
En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes. Pónganse la nueva naturaleza, creada para ser a la semejanza de Dios, quien es verdaderamente justo y santo.
vv. 23 y 24 NTV
Uniendo los puntos, necesitamos que el Espíritu controle nuestra lengua, necesitamos que nuestro corazón sea limpiado y necesitamos renovar nuestra mente. Pero mientras nuestra mente no comprenda la verdad del evangelio y sea renovada, nuetro corazón no podrá ser limpio y nuestra lengua no podrá ser controlada.
Tu lengua revela lo que pasa por tu mente y se aloja en tu corazón.
¿Qué es lo que pasa por tu mente? es más ¿Qué es lo que dejas que entre a tu mente?
Sé que muchos me tildan de exagerado o de muy radical cuando planteo esta realidad, pero vuelvo a lo que nos dice Pablo en Efesios 4: 17, no andemos como los que no han conocido a Dios.
Algo que estuve recordando estos días es cómo en varias ocasiones varios de mis amigos del grupo de jóvenes de la iglesia en la que crecí me invitaron a bailar. Yo siempre dije que no lo iba a hacer, y eso me hizo ser objeto de burlas y críticas. Yo tenía la convicción de no hacerlo y esa convicción no ha cambiado, especialmente porque siempre me he hecho esta pregunta: ¿por qué tenemos que parecernos al mundo? ¿Por qué tenemos que vivir como los que no han conocido a Dios?
¿A qué expones tus sentidos? ¿Qué ves? ¿Qué escuchas? ¿Qué lees? Créeme, todo lo que entra a tu mente surte algún efecto. ¿Alguna vez te has preguntado por qué en la televisión cada vez se insiste más en presentar a homosexuales y lesbianas? Piénsanlo. ¿Hace 20 años salían homosexuales en la televisión? No. Había adulterio, sexo, fornicación, sí, pero homosexuales muy poco. Pero la tv logra legitimar esas cosas. Y va insensibilizando. El diablo no puede abruptamente cambiar la moralidad, no pude de un momento a otro llevar al mundo a aceptar como correcto algo que Dios dice que es pecado. Pero el diablo es paciente, así que se toma su tiempo. Yo creo que él dirá, “esto lo puedo lograr con la siguiente generación”. Y se toma su tiempo. Los niños de esta generación que están creciendo expuestos a la televisión, están aprendiendo que la homosexualidad y el lesbianismo son totalmente válidos y legítimos. Que ellos pueden decidir qué inclinación sexual tener y que tienen todos los derechos para hacerlo.
Creo que la mayoría de los que estamos aquí estamos de acuerdo con que Dios condena el adulterio. Creo que ninguno de nosotros se atrevería a enseñarle a su hijo que el adulterio no tiene nada de malo. Es más, es muy probable que procuremos enseñarle lo mismo. O ¿qué de la fornicación? Nos preocupamos por nuestros jóvenes, quisiérmoas que ellos se guardaran para el matrimonio y procuramos enseñarles e instruirles al respecto, pero ¿qué es lo que nos sentamos a ver con ellos en la televisión?
Esto ya lo he dicho antes, nuestras acciones hablan más fuerte que nuestras palabras. Si nuestros hijos ven que nosotros tranquilamente nos sentamos a ver una película o una novela en la que abunda el adulterio, la fornicación los homicidios y demás cosas, ellos van a terminar asumiendo que todo eso es normal.
Por favor tengamos esto muy claro: lo que entra a nuestra mente surte efecto en nuestras vidas. Con esto no estoy diciendo que consumir este tipo de información es lo que nos lleva a pecar, porque la decisión de pecar es individual, y como ya lo vimos, el pecado está arraigado en el corazón. Pero lo que sí quiero que quede claro, es que nuestro corazón se alimenta con lo que pasa por nuestra mente, y si nuestro corazón tiene una inclinación natural hacia el pecado, alimentarlo con más pecado es como abonar el terreno para la desgracia.
Comencé hablando acerca de cuidar nuestra cabeza, y es lo que quiero que quede en nosotros hoy. ¿Estás guardando tu cabeza? ¿Estás cuidando lo que entra en ella? Yo puedo dar testimonio que Paola y yo sí empezamos a ver cambios en nuestra vida desde el momento que decidimos sacar la televisión de nuestro hogar y dejar de escuchar música del mundo.
Alguna vez te has fijado en lo que escuchas, es más, no solo lo escuchas, lo cantas.
Haz el ejercicio. Estos días me dí a la tarea de escuchar algunas canciones de moda, o de los últimos grupos que han venido a hacer sus conciertos a Bogotá y me sorprendí al ver con cuanta sutileza esas melodías se van metiendo a la cabeza tras escucharlas una y otra vez, al punto que podemos terminar tarareandolas o cantándolas sin siquiera darnos cuenta de lo que realmente dicen.
Pensé en hacer el ejercicio aquí hoy, pero en realidad creo que no vale la pena. Solo basta escuchar un par de canciones para saber de qué estoy hablando. La música de hoy habla de sexo, sexo y sexo. Y otras veces también habla de sexo. Pero creo que nos acostumbramos tanto a esto, que terminamos pasando por alto el efecto que surte en nuestras mentes y en nuestras vidas.
¡Cuidado con la cabeza!
Leamos Romanos 12: 1 , 2
Cuántas veces no hemos dicho u orado: Señor ¿cuál es tu voluntad? Señor, muéstrame tu voluntad.
¿Sabes? es muy difícil comprobar o entender la voluntad de Dios cuando nuestro entendimiento no ha sido renovado. Queremos disfrutar de la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, sin renovar nuestras mentes sin renovar nuestro entendimiento.
Queremos que Dios nos hable pero no abrimos su palabra, queremos ver cambios en nuestras vidas pero seguimos viviendo como los que no han conocido a Dios. Si has conocido a Dios, el llamado es a renovar tu entendimiento, a abrir la palabra de Dios y dejar que él te hable. A cambiar el tipo de información que entra a tu cabeza.
Jeremías 11: 20, 17: 10 y Apocalípsis 2: 23 dicen que Dios escudriña la mente y el corazón. Dios sabe qué hay en nuestra mente y debo decir que muchas veces me avergüenza pensarlo.
Necesitamos ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, no demos más lugar a que nuestra mente se inunde de lo que no agrada a Dios,
La transformación no tendrá lugar en tu vida, mientras tu entendimiento no sea renovado, y el entendimiento no se renueva haciendo lo que hacíamos antes, o lo que “hacen los demás gentiles” “viviendo como si no conociéramos a Dios”.
La transformación se presenta en una vida con un entendimiento renovado, con una mente renovada, y ésta se renueva cambiando la información con la que la alimentamos.
No esperes conocer la voluntad de Dios mientras no busques a Dios en oración, mientras no leas su palabra, mientras no te congregues fielmente, mientras no procures tu crecimiento espiritual, ni busques intencionalmente la dirección de Dios.
Proverbios 8: 17 dice:
Yo amo a los que me aman, Y me hallan los que temprano me buscan.
Si quieres una vida abundante en Cristo y transformada, es hora de renovar tu entendimiento, es hora de cambiar las cosas del mundo y sustituirlas por Dios y su palabra.
Mi desafío para ti esta semana es que te aprendas este corto versículo: Proverbios 8: 17
Y que medites en él pensando en lo que dejas que entre en tu cabeza. A Dios lo hallan los que lo buscan.