El evangelio transforma. El concoer a Cristo transforma.

A continuación  encontrarás el texto relacionado con la enseñanza de Efesios 6:10 – 13.

Hoy entramos a la recta final en nuestro estudio sobre el libro de Efesios. Y en realidad no es fácil condensar en sólo dos enseñanzas todo lo que quisiera expresar, en especial, porque al igual que el resto de la palabra de Dios, Efesios tiene abundancia de riquezas y de sabias instrucciones para el cristiano. Mi mayor anhelo es que Dios te haya hablado y que esté obrando entre nosotros como congregación.

Hace aproximadamente tres meses comenzamos este estudio, y quienes por alguna razón no hayan asistido algún domingo y quieran estar al día con la serie, pueden ingresar a www.aachia.com donde hemos estado poniendo a disposición las enseñanzas, ya sea para escucharlas por streaming, o para descargarlas. Animo a quienes se hayan perdido alguna enseñanza de la serie a que la escuchen, y aún si las has escuchado el domingo, no sobra volver a escucharla durante la semana.

En la introducción a este estudio, estuve hablando sobre despertar entre nosotros un sentido de urgencia por crecer y madurar en el Señor, y, si bien estamos llegando al final de este libro, ese anhelo no cambia y tampoco el mensaje.

Y no cambian porque el evangelio no cambia. El evangelio es el mismo, las buenas noticias de la salvación en Cristo siempre van a ser las mismas, el evangelio no cambia.

Pero cuando ese evangelio entra en las vidas de personas como nosotros, y obra, vaya que transforma. El evangelio no cambia, pero sí transforma.

Así que mi anhelo de ver vidas transformadas, de ver mi vida transformada por medio del evangelio sigue vigente. Sigo con la misma voz de alerta para que despertemos, nos avivemos, para que empecemos a vivir vidas que realmente revelen a Cristo. Que no nos conformemos con lo mínimo, con llamarnos y considerarnos cristianos, con asistir a un par de reuniones sin que esté habiendo una transformación en nosotros.

Pero antes de que avance mucho el tiempo, entremos en materia. Los invito a que abramos nuestras Biblias en el libro de Efesios capítulo 6 y vamos a leer los versículos 10 al 13. Hoy nos vamos a concentrar en estos primeros versículos de este pasaje.

10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.

11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

Entonces, ¿con qué frase comienza este pasaje que acabamos de leer?

Por lo demás. Estas palabras denotan un contexto previo a lo que se está diciendo.  Podemos decir que “Por lo demás” equivale a: habiendo dicho esto, o no siendo suficiente lo anterior, o además de lo antes dicho…

¿Y qué es lo anterior? Bueno es lo que hemos estado estudiando durante los últimos meses. Y quiero dar un breve recorrido por lo que hemos estado estudiando hasta este punto:

Empezando en el capítulo 1 de Efesios vimos las riquezas que tenemos en Cristo. ¿Lo recuerdan? No tenemos mucho tiempo para repasar a fondo todo lo visto, pero sí quiero refrescar la memoria. Pablo comienza diciendo: Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.

Así que empezamos viendo que en Cristo tenemos todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales. También vimos que somos adoptados, que estamos para la alabanza de su gloria, que hemos sido perdonados de los pecados, que en Cristo tenemos redención por su sangre, que tenemos herencia, que hemos sido sellados con el Espíritu Santo. Con todo esto Pablo nos anima a orar. Al él recordar toda la maravillosa obra de Dios en sus hermanos de Éfeso, oraba porque ellos supieran cuál es la esperanza a la que habían sido llamados, y esto quiero resaltarlo, necesitamos saber, tener presente cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados. También oraba para que supieran las riquezas de la gloria de la herencia en Cristo, y la supremacía de su poder. Pablo no cesaba de dar gracias por sus hermanos al ver la obra de Cristo en ellos.

Luego Pablo nos recuerda de dónde hemos sido sacados por la salvación dada. Éramos hijos de desobediencia, de ira. Sobre nosotros pesaba toda la ira de Dios, pero Dios también, siendo misericordioso, nos dio vida con Cristo, nos resucitó y nos sentó en los lugares celestiales con Cristo Jesús. Para mostrar las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, porque somos salvos por gracia. Y somos hechura suya, creados, hechos de nuevo en Cristo para buenas obras, aquellas que Dios preparó de antemano para que andemos en ellas.

Recordemos de dónde venimos. Pensemos por un momento, (como dice la canción que solemos cantar) ¿Dónde estaría yo, si Dios no me hubiese alcanzado? Y no quiero que me ignoren en esto que estoy diciendo. Cada uno piénselo. Y hago énfasis en esto por dos razones. Una porque quiero seguir con mi llamado de alerta para aquellos que quienes realmente han tenido un encuentro con Cristo, e insisto en esto, creo que es imposible conocer a Dios y no ser transformado, es imposible tener un encuentro personal con Cristo y no ser transformado. Es posible que muchos aquí crean en Cristo, entiendan que él murió por sus pecados, pero que aun así, no hayan tenido un encuentro personal, o como lo he dicho  en otras ocasiones, un encuentro cercano con Jesús.  Y vuelvo a la pregunta: ¿Dónde estaría hoy si Cristo no me hubiera alcanzado? Saben, el que ha tenido una transformación en su vida, tiene muy clara la respuesta a esa pregunta. Yo estaría sumido en una vida desordenada de promiscuidad, de adicción sexual, sin rumbo y sólo viviendo para mis placeres. Sé dónde estaría, porque sé de dónde he sido rescatado. Y por eso Pablo en el capítulo dos versículo 11 nos dice, que recordemos que en otro tiempo éramos llamados incircusición, estábamos sin Cristo, sin esperanza, y sin Dios en el mundo.

Pero siendo gentiles, extraviados, pasamos a ser conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Habiendo estado lejos de Dios hemos sido hechos cercanos, habiendo estados destituidos de la presencia de Dios, pasamos a tener libre acceso. Habiendo sido ofensores, pasamos a ser herederos. No sé cómo expresarlo, se me agotan las palabras. La realidad es que éramos podredumbre, basura, despreciables, y lo peor de todo es que lo merecíamos. Y eso es lo que hace grandioso el mensaje de la cruz, que siendo merecedores de la muerte bajo la ira de Dios, fuimos hechos hijos de Dios por la muerte de Cristo quien recibió toda la ira que merecía nuestro pecado.

Eso es una buena noticia para nosotros eso es el evangelio, eso es ¡Evangelium!

Y ese era el mensaje que movía a Pablo a recorrer todo el mundo conocido con tal de llevar ese anuncio hasta lo último de la tierra. Y es lo que veíamos en el capítulo 3. Dios le había dado a Pablo el ministerio de alcanzar con el mensaje del evangelio a los gentiles, y vaya que Dios sí supo escoger al indicado. Hoy tenemos el evangelio en gran parte gracias al trabajo que Pablo hizo como apóstol. Por causa de ese mensaje era que estaba preso, pero ni siquiera esto lo detenía. Por donde iba, no callaba, y a donde fuera, iba con el mensaje de salvación. Y su oración seguía siendo de intercesión por sus hermanos, pidiendo que fueran fortalecidos conforme a las riquezas de la gloria de Dios. Que se fortalecieran en el hombre interior para que Cristo se hiciera evidente en sus vidas. Y me encantan los versículos 18 y 19 del capítulo 3:

Efesios 3:18-19 RVR1960

Al habitar Cristo en ellos, y estar cimentados en el amor…

seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

  1. 19 conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

El conocimiento de Cristo es mejor que cualquier otro conocimiento. Es lo mejor que podemos tener, es lo mejor que podemos estudiar.

En el capítulo 4 vimos la exhortación a andar como es digno del llamamiento al que hemos sido llamados. Pablo en este capítulo nos exhorta a soportarnos unos a otros, a ser humildes, mansos, siempre procurando mantener la unidad del Espíritu.

La unidad en el Espíritu entre nosotros es directamente proporcional al tipo de relación que cada uno de nosotros tiene con Cristo. De hecho, cuando estoy aquí al frente, ya sea cantando o predicando, tristemente puedo observar que no todos los que solemos venir los domingos estamos en un mismo ánimo de unidad espiritual. Lo noto cuando estamos cantando y observo que unos hacen palmas o alzan sus manos en adoración a Dios, mientras otros están sentadotes o con una cara de amargados que en realidad se sorprenderían si se vieran al espejo. O también durante la enseñanza, se puede ver que no todos prestan atención, y es claro que no siempre es fácil concentrarse, pero la realidad es que no siempre estamos en la unidad en el Espíritu.

Podemos tener unidad en el Espíritu cuando andamos en el Espíritu. Los mejores tiempos que he pasado con mis hermanos en Cristo han sido cuando precisamente Cristo y su obra salvadora han sido el eje de nuestra conversación, cuando su obra transformadora en nosotros nos ha dado espacio para dar testimonio. Y eso me hace recordar lo que dice el Salmo 133: 1

!!Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía!

Es bueno y delicioso cuando estamos en armonía, cuando estamos en la unidad del Espíritu. Y todo lo contrario es igualmente cierto. No es tan bueno ni tan delicioso cuando no hay unidad en el Espíritu, cuando Cristo no es el vínculo. Quizás a unos les suceda más que a otros, que aunque nos relacionemos con hermanos en Cristo, en realidad las cosas no fluyen, y creo que mucho tiene que ver con este punto de la unidad en el Espíritu. Y qué mejor ejemplo que lo que nos dice el capítulo 5 sobre las conversaciones. En ese capítulo Pablo aborda el tema de las conversaciones desde dos perspectivas.

Leamos los versículos 2-4 del capítulo 5 de Efesios

2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

3 Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos;

4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.

Primero nos dice que andemos en amor así como Cristo nos amó. Y luego nos dice de qué debemos cuidarnos en nuestras conversaciones, y nos da una excelente lista que nos puede servir de referencia.

Fornicación y toda inmundicia, otra versión dice, inmoralidad sexual y toda impureza.

Avaricia

Palabras deshonestas, o palabras indecentes, o cuentos obscenos

Necedades, o conversaciones necias,

Truhanerías, chistes groseros, bufonadas grotescas.

Quizás muchas de estas cosas no las encontramos entre nosotros. Supongo que la mayoría de nosotros procura tener un vocabulario decente, ya sea en sus interacciones cotidianas, así como en la iglesia. Me atrevo a creer que los cuentos obscenos también son poco comunes entre nosotros. Sin embargo es probable que muchos nos riamos o participemos pasivamente de conversaciones con estas características en el trabajo o en la universidad, y nada de esto es para nosotros. ¿O qué decir de lo que vemos en televisión? Decimos que la inmoralidad sexual ni aun se nombre entre nosotros, aceptamos esto como una sabia exhortación y nos cuidamos (por lo menos en apariencia) de este tipo de pecados. Pero lamento decir que estos pecados abundan entre nosotros mucho más de lo que estamos dispuestos a reconocer. En parte porque el orgullo no nos deja, por otro lado porque no estamos viendo la cruz de Cristo desde la perspectiva que es, y en gran parte esto se debe a que hemos ablandado nuestras consciencias al deleitarnos viendo las perversiones y la basura que el diablo, el príncipe de este mundo sirve a diario en los medios. Pueden tildarme de radical, de exagerado, o incluso de legalista, pero en esto sí debo hacer un llamado a todos y cada uno de los que estamos aquí presentes. Porque podemos decir que vivimos vidas piadosas, podemos decirles a nuestros hijos que el adulterio y la fornicación son pecado que van contra las normas de Dios, pero si al mismo tiempo nos sentamos con ellos entorno al televisor y disfrutamos riéndonos y entreteniéndonos con la lascivia y la inmundicia que se transmite libremente, estamos borrando con el codo lo que hemos hecho con la mano. Estamos enviando mensajes contradictorios, ¿y saben? a ellos les queda más claro lo que hacemos que lo que decimos.

Es hora que empecemos a recapacitar y a pensar en qué estamos invirtiendo, cómo estamos entreteniendo nuestra mente, qué estamos dejando que entre, que abunde, y a qué contenidos y mensajes nos exponemos nosotros y a nuestros hijos. Esto que voy a decir no lo digo por vana gloria, y espero que me entiendan, sino como un testimonio. Mi hogar cambió mucho cuando mi esposa y yo decidimos sacar el televisor de nuestro cuarto. Eso desestimuló tanto el querer ver televisión, que ahora, después de nueve años de haberlo hecho, no nos hace falta. No vemos televisión. Y cuando la vemos, nos sorprende ver la basura que se expone ahí. Pero la basura ahora la reconocemos, porque ya no la consumimos. De lo contrario, todavía nos parecería inofensiva.

Y en este punto quiero volver a algo que dije en la parte introductoria de este estudio y que Carlos estuvo repitiendo el domingo pasado, según el versículo 14 de Efesios 5. ¿Qué dice?

Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos y te alumbrará Cristo

El domingo pasado Carlos nos hizo decirnos unos a otros: oye, despiértate. Y eso es precisamente de lo que yo hablaba inicialmente en este estudio, deseando levantar una voz de alerta, despertar entre nosotros una urgencia por crecer en Cristo, por conocer su palabra, por no estancarnos, ¿recuerdan? Si no estamos creciendo, estamos menguando, estamos decreciendo. Y por eso vuelvo a este versículo, para que nos despertemos. Quizás unos tienen el sueño más liviano que otros, pero la realidad es que no podemos seguir adormecidos.

¿Saben cómo es el adormecimiento del que hablo? Es una vida que se vive como si fuéramos por una autopista viajando tranquilamente. Vamos viendo el paisaje del materialismo en que vemos y deseamos, vemos y deseamos, y ¿qué es eso sino avaricia? esa misma avaricia de la que Pablo nos advirtió unos versículos atrás. Vemos que otros tienen y probablemente muy en el fondo algo se mueve en nuestro interior deseando tener lo mismo o más. Que mi compañero tiene este carro, que mi cuñado se compró esta casa. Que mi amiga viajó, que fulana se casó, que tal persona se gana tanto, que tal otra obtuvo una beca etc. y vamos viendo el paisaje que por todas partes nos dice que nosotros deberíamos tener lo mismo. Y como no lo tenemos lo deseamos, y si logramos obtenerlo, entonces nos aferramos a eso como si nuestra vida dependiera de eso. Puro consumismo, puro materialismo, pura avaricia. Siempre pensando en nosotros. Y muy sutilmente y sin darnos cuenta nos vamos acomodando, adaptando, conformándonos a este mundo,  buscando el placer, buscando lo que el mundo busca, aspirando a lo que el mundo aspira, y lo peor de todo, siempre creyendo que Dios está agradado con nosotros. Pero ¿saben? volviendo a un tema recurrente en todo el libro de Efesios, Cristo vale mucho más que todas esas cosas. Cristo es nuestro tesoro, y en él, no sé si lo recuerden, volviendo a los primeros versículos del capítulo 1, hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Las bendiciones en Cristo, las bendiciones espirituales y celestiales, son mucho más valiosas y dignas de ser deseadas que las cosas materiales. Cristo vale mucho más que todo eso. Pero somos muy fáciles de complacer con los deleites que ofrece el mundo.

Otra perspectiva de Pablo sobre las conversaciones, tiene que ver con lo que deberíamos hacer. La primera tiene que ver con lo que no deberíamos hacer. Miremos los versículos 18 al 20 del capítulo 5. Aquí Pablo nos invita a que en lugar de dejar que el alcohol nos controle, dejemos que sea el Espíritu Santo que lo haga. ¿Y si así es, entonces cómo serán nuestras conversaciones?

Con salmos, con himnos, con cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en nuestros corazones, dando siempre gracias por todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Ahora, es bueno que tengamos claridad sobre este punto. Pablo no está diciendo que nuestras conversaciones siempre deben ser un cántico como Hoola, ¿cóomo estáas? Alabaaado sea el Señoor. No. Lo que Pablo quiere decir, se complementa con lo que dice en 1 de Corintios 15: 33?

No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.

No nos equivoquemos, las conversaciones inmorales corrompen las buenas costumbres. En lugar de eso, que nuestras conversaciones sean de alabanza a Dios, y vuelvo y digo, no es que siempre estemos cantando mientas hablamos, sino que lo que hablemos honre a Dios, aquí vale la pena recordar otro versículo también de Efesios. El versículo 29 del capítulo 4:

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.

Si nuestras palabras son buenas para la necesaria edificación, si dan gracia a los oyentes, podemos estar tranquilos porque muy seguramente también son de honra a Dios.

No nos equivoquemos, las conversaciones llenas de avaricia también corrompen las buenas costumbres. La avaricia, según el diccionario, está definida como el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Y está muy relacionada con la codicia, que está definida como el afán excesivo de riquezas. A cambio de esto en la otra perspectiva Pablo nos anima a que siempre demos gracias a Dios por todo. Es difícil que un corazón sea avaro y al mismo tiempo sea agradecido. La avaricia se enfoca en tener y nunca hay satisfacción, nunca se tiene suficiente mientras uno sea avaro. Por el contrario, un corazón agradecido, reconoce el cuidado y la fidelidad de Dios en todo, y siempre, siempre, comprende que tiene lo que necesita. Cuando uno tiene un corazón agradecido, puede reconocer con más facilidad que Dios es el proveedor, el sustentador.

¿Y qué podemos decir de las críticas, o comentarios despectivos que a veces se nos escapan? Nuestro corazón es engañoso, y muchas veces damos rienda suelta a nuestra lengua sin darnos cuenta de que lo que decimos revela nuestro carácter, revela qué es lo que pensamos, muestra quiénes somos realmente. Esto lo debemos tener muy claro, de la abundancia del corazón habla la boca. De lo que abunda, lo que más hay en nuestro corazón, es lo que más se va a ver en nuestra conversación. Escuchémonos a nosotros mismos, seamos autocríticos, evaluemos qué es lo que abunda en nuestras conversaciones, porque las necedades en nuestras conversaciones también corrompen las buenas costumbres.

La lengua pinta mejor que las manos una imagen clara de quiénes somos.

Y en este punto vuelvo a donde comencé. Estábamos en el versículo 10 del capítulo 6. ¿Qué dice?

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.

Decía que este “por lo demás” es una conexión a un contexto, precisamente a este contexto que acabo de presentar, sobre relaciones, sobre riquezas en Cristo, sobre bendiciones espirituales, sobre nuestras conversaciones, sobre la grandiosa salvación que nos ha sido dada, sobre la adopción.

Así que, además de esto, o habiendo dicho esto, o como si fuera poco, ¿qué? hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza.

En otras palabras, nada de lo que necesitamos cambiar, nada de aquello que deseamos alcanzar en Cristo, nada de la lucha que estamos llamados a librar podrá dar resultado, mientras Cristo no sea nuestra fortaleza, mientras procuremos seguir a Cristo en nuestras fuerzas o a nuestra manera, nada cambiará, no habrá transformación.

Nuestra fortaleza debe ser Cristo, nuestra vida la debemos vivir en él. ¿Recuerdan lo que nos decía Mauro Nemi, nuestro hermano de Argentina? Él decía que no sirve de nada estar cerca de Dios, cerca de Cristo, y vaya que tiene razón. Es muy diferente estar cerca de Cristo a estar en Cristo, y podemos fortalecernos en él y en el poder de su fuerza si estamos en él. Pero no va a ser suficiente con solo estar “cerca de él”. Como resultado terminaremos viviendo la vida cristiana sin Cristo. Y ¿saben? yo sé qué es eso. Yo sé lo que es pretender vivir una vida piadosa, cerca de Dios, cerca de Cristo, pero no ver su obra transformadora en mí. Por años viví una farsa. Como tenía conocimiento de la palabra, como había crecido asistiendo a la iglesia, como había sido criado en un hogar cristiano, tenía en mi mente, en mis costumbres, en mí actuar mucho de cristiano, pero no tenía lo más importante, no tenía a Cristo. No fue sino hasta cuando comprendí que estaba perdido, hasta cuando vi, entendí y acepté mi pecado como tal, pude entender, aceptar y disfrutar el glorioso don de salvación en Cristo. Y aunque mi entorno no cambió mucho, mi vida si fue otra. La salvación es un milagro. Entender el mensaje del evangelio, aceptar  la salvación que nos es extendida por medio de Cristo, es un verdadero milagro, y me gozo en disfrutar de ese regalo. Por eso tiene tanto sentido este versículo en el que estamos, fortalecernos en el Señor y en poder de su fuerza.

Esta es una lista de consejos que no podemos pasar por alto ni tomar a la ligera.

Acabamos de ver fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza, el siguiente consejo es;

Vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las acechanzas del diablo.

Ahh y esto se va poniendo bueno. Me encantan las historias épicas. Me encantan las películas de guerreros, de caballeros de héroes. Siempre que leo libros de este tipo, o veo alguna película de ese estilo, termino deseando haber vivido en tiempos como esos, o aventuras similares. Pero después de pensarlo un poco, casi siempre recuerdo este pasaje y me doy cuenta que en realidad sí estoy viviendo una aventura y una época que no dista mucho de lo que me plantean los libros y las películas. Con la salvedad de que la realidad en la que estamos es mucho más vívida, mucho más real. Y es de eso de lo que nos habla Pablo en estos versículos.

Hay una guerra, hay un enemigo, y debemos estar preparados para la batalla. Por eso es importante fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza. Por eso debemos vestirnos de toda la armadura de Dios, para estar firmes contra los ataques del enemigo.

¿Y por qué es importante estar así de preparados? Bueno el versículo 12 nos lo explica. Esa es la vívida realidad que acabo de mencionar.

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Nuestra lucha, nuestra guerra, nuestras batallas son espirituales, y no son contra cualquier enemigo, son principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Mis hermanos, por si no lo sabían, les informo: estamos en guerra. Y aquí cabe hacer una oportuna aclaración. Una cosa es la “guerra espiritual de la que hablan muchas iglesias”, en la que reprenden al diablo y a los demonios y creen que eso es guerra espiritual. Pues la verdad, a la luz de este pasaje creo que eso no es guerra espiritual, en primer lugar porque uno no va a la guerra si no está preparado. Y nos preparamos si empezamos por fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza, si primero nos vestimos de toda la armadura de Dios. En otras palabras, no estamos preparados para la guerra, si no estamos en Cristo, y si no vamos en sus fuerzas. Pero lo que puedo observar en este tipo de iglesias es que hacen más énfasis en los demonios y en el diablo que en Cristo mismo. Oran más a los demonios que a Dios, y el tema central es todo menos Jesús y su muerte redentora.

Nuestro enemigo no es un soldado raso asustado. Son principados, gobernantes, y son miles de miles, cuyo objetivo es hacer daño. El diablo viene para robar, matar y destruir, y procurará hacer el mayor daño posible, y creo que es muy efectivo en su trabajo. Quizás entre nosotros no estemos viendo pecados escandalosos, que cuando llegan a la iglesia, sin duda causan daño. Pero creo que el enemigo sí está ganando mucho terreno entre nosotros mediante la hipocresía, mediante la apatía, mediante la indiferencia. Creo que no nos estamos dando cuenta que si no nos sometemos, humillándonos de rodillas ante Dios, si no reconocemos el pecado como tal, sino clamamos a Dios por un avivamiento, si no vamos a Cristo para fortalecernos en él y en el poder de su fuerza, podrán pasar diez años y seguiremos viendo las mismas caras todos los domingos. Y me perdonan, pero yo no quiero esto. En mi corazón está el deseo de seguir sirviendo aquí hasta cuando Dios así lo determine. Pero en realidad, cuando me proyecto hacia el mediano plazo, pensando en uno, dos o tres años, si hay algo que anhelo es que a la vuelta de cinco años no quiero estar en la misma iglesia. Deseo ver una congregación diferente, una congregación transformada, viva, que crece, especialmente que crece en el Espíritu, que crece en el conocimiento y la pasión por Cristo. Sí es verdad, no quiero seguir en la misma iglesia. Y espero que me entiendan a qué me refiero. No estoy hablando que quiero irme, no estoy diciendo que estoy aburrido. No, nunca antes había estado más seguro de que estaba justo donde Dios me quería, como ahora. Pero sí creo que es hora de cambiar.

Repito: estamos en guerra.

Y veamos el versículo 13. Aquí el consejo casi que se repite:

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

Tomad toda la armadura de Dios, para poder resistir en el día malo, pero lo que más me emociona de este versículo es la última parte, ¿Cómo dice?

habiendo acabado todo, estar firmes.

El domingo pasado en la escuela dominical Esteban me hacía una pregunta. Me decía: ¿si Satanás sabe cómo va a terminar todo, si sabe que va a ser derrotado, por qué insiste en seguir haciendo daño?

Y yo le ponía este ejemplo: si estuvieras en una guerra, y estuvieras del lado con más desventaja, si fuera claro que van a perder, ¿cómo pelearías? Si sabes que de todas formas vas a morir, ¿qué harías?

Y su respuesta fue la que yo esperaba escuchar: pues procuraría llevarme a la mayor cantidad de enemigos antes de caer.

Pues bien, esa es la actitud de un guerrero. Sólo que hay una diferencia en nuestro caso. Estamos del lado ganador. Así que esto me lleva a mis escenas de películas épicas en las que termina la batalla pero el héroe sigue vivo, quizás herido, pero vivo y con la espada todavía en sus manos.

Y así es que deseo que Dios me encuentre. Deseo seguir firme cuando termine todo, teniendo la espada en las manos.

Pero creo que estamos corriendo el riesgo de ignorar la realidad de la guerra en la que estamos, y por ende, estamos pasando por alto nuestras armas, estamos restándole importancia a nuestro enemigo y con eso,  estamos prácticamente declarando una rendición, a pesar de que estamos del lado vencedor.

El cristianismo no  lo vivimos delante de nuestros hermanos, entre nosotros nos podemos engañar y aparentar, podemos ser hipócritas, pero el verdadero cristianismo se vive es delante de Cristo mismo. Y cada uno de nosotros sabe qué tipo de relación tiene con Dios. Hay verdades que si bien todos las entendemos, a veces nos comportamos como si las ignoráramos. Una de esa es el pecado. Todos aquí pecamos. Tristemente esta semana que pasó puedo asegurar que todos y cada uno de nosotros pecamos de una u otra forma. Pudimos haber mentido, o robado, haber sido deshonestos, pudimos habernos deleitado en pensamientos lujuriosos, pudimos haber menospreciado a alguna persona, en fin. La lista es de no acabar, pero cada domingo llegamos aquí con una cara de santos, pretendiendo que todo está bien, pero no es así. ¿Saben? La palabra es muy clara, el que encubre sus pecados, no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. No digo que tenemos que andar gritando a los cuatro vientos nuestros pecados y sacarnos los chiritos al sol todo el tiempo. Pero sí estoy diciendo que debemos tener vidas genuinas en las que reconocemos constantemente que necesitamos de un salvador, y en las que dejamos que él obre de tal forma que poco a poco vaya limpiándonos de nuestro pecado. Pero si preferimos guardar una imagen, conservar una reputación, y ocultar lo feo que hay en nosotros, difícilmente vamos a prosperar como individuos en nuestro caminar con Cristo y tampoco como iglesia.

Así que necesitamos fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza, recordando todo lo que hemos visto a lo largo de este estudio de Efesios, y dejando que Dios obre y tome control de nuestras vidas. Creo que la mayoría de nosotros quiere crecer espiritual mente, espero no ser muy iluso en cuanto a eso. Pero no podemos crecer mientras en nuestras vidas toleremos otras cosas que impiden ese crecimiento. Hace unos domingos Santiago hizo la invitación para que quienes quieran tener un discipulado, se inscriban, de modo que organicemos horarios y programemos los tiempos y los espacios para hacerlo. Unos pocos se inscribieron en esa ocasión, pero hoy nuevamente hago la invitación. Dispongamos nuestros corazones, dejemos la comodidad de la cotidianidad. Es imposible vivir una vida cristiana abundante si no estudiamos la palabra, si no tenemos comunión unos con otros, si no oramos.

Me atrevo a pensar que un buen porcentaje de los que me están escuchando, al momento de cerrar la biblia y terminar este mensaje, no volverán a abrirla sino hasta el próximo domingo. Lo sé, en parte porque lo he visto, en parte porque hay quienes lo han confesado con algo de vergüenza, pero también porque yo lo viví así por un tiempo en mi vida.

Pero si hay algo que quiero que se quede en nuestras mentes y en nuestros corazones hoy es esto: Mientras tengamos cerrado este libro, no podremos tener vida espiritual, no podremos crecer espiritualmente, no podremos conocer más a Dios.