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A continuación encuentras el texto relacionado con esta última enseñanza de Efesios sobre la armadura del creyente.

 

El domingo pasado estuvimos viendo un rápido resumen de lo que hemos estudiado a lo largo del libro de Efesios, y también llegamos al preámbulo de lo que estaremos estudiando hoy al mirar los versículos 10 al 13 de Efesios 6. En los que veíamos una lista de consejos que Pablo daba a sus hermanos en Éfeso y también a nosotros. ¿Los recuerdan?

Primero nos dice que nos fortalezcamos en el Señor y en el poder de su fuerza, luego que nos vistamos de toda la armadura de Dios, y nos recuerda que estamos en guerra y que no es una guerra contra un enemigo pequeño. Y luego refuerza lo mismo diciéndonos que tomemos toda la armadura de Dios para que podamos estar firmes una vez haya acabado todo.

Decía yo que me encantan los relatos épicos. Los cuentos de aventuras de caballeros de batallas. Y meditaba yo en lo que significa para nosotros estar en guerra, sabiendo que nuestra realidad probablemente sea mucho más vívida que los cuentos de caballeros.

Hoy llegamos a los últimos versículos de Efesios, y alcanzo a notar un aire de solemnidad por parte de Pablo al cierre de su carta. Me lo imagino con su corazón hinchado, deseando dejar bien claro su mensaje, anhelando que sus hermanos de Éfeso se sientan animados y desafiados ante lo que tienen por delante. Me imagino a Pablo como un mentor que está dándole sus últimos consejos a su aprendiz, confiado en que ya está listo para enfrentar sus retos solo, pero afanado porque su discípulo esté bien preparado.

Y antes de proseguir con lo que nos hace falta del capítulo 6, quiero que volvamos al capítulo uno para ver un par de versículos que nos ayudarán a tener una mejor comprensión de lo que habla el capítulo 6. Leamos los versículos 18 al 23 del capítulo 1.

18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,

19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza,

20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,

21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero;

22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,

23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

Esto hace parte de la oración de Pablo por sus hermanos de Éfeso, y en esta parte se nos recuerda el poder de Cristo, que es el poder de Dios, el cual es tan grande que resucitó a Cristo de los muertos y lo sentó a su diestra en los lugares celestiales, pero lo que sigue es lo que más quiero que tengamos presente antes de volver al capítulo 6. ¿Sobre qué fue puesto Cristo? Sobre todo principado, autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero. Y qué más dice, que todas las cosas quedaron sometidas bajo sus pies. Cristo quedó como autoridad de todo y también es la cabeza de la iglesia. Nosotros como iglesia somos la expresión de Cristo en este mundo. ¿Puede el mundo ver a Cristo, o por lo menos una sombra de él cuando nos ve a nosotros?

Bien pues el énfasis que quiero hacer énfasis en la lista que nos da Pablo respecto a aquello que fue sometido a la autoridad de Cristo. Y teniendo eso presente volvamos a Efesios 6 y veamos el versículo 12. Ya lo habíamos visto el domingo pasado, pero considero importante verlo desde esta perspectiva.

¿Contra quién es nuestra lucha? Nuestra lucha es contra aquellas cosas que están sometidas bajo los pies de Cristo, nuestra cabeza. Nuestro Señor, nuestro salvador, nuestro redentor tiene todo el poder sobre nuestro enemigo. Y lo que Pablo aborda en los capítulos 1 al 3 de Efesios es el hacernos ver lo que tenemos en Cristo al pertenecer a él. Y en los capítulos 3 al 6 nos habla de la parte práctica que implica esa posición.

Y ahora sí volviendo a donde quedamos en el capítulo 6 de Efesios, el domingo pasado veíamos el ánimo de Pablo a fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza. Pablo, habiendo dicho todo lo anterior, respecto a nuestra posición en Cristo, respecto a andar como es digno de nuestro llamado, respecto a ser imitadores de Dios, respecto a someternos los unos a los otros. Habiéndonos dado un contexto, nos lleva a entender más a fondo la realidad en la que vivimos. Como lo decía en el mensaje anterior, ¡Estamos en Guerra!, mis hermanos, somos objetivo militar y nuestra guerra no es en el reino físico sino en el reino espiritual.

La vida cristiana no es fácil, en especial porque seguimos habitando en esta carne cuyos deseos siempre tienen la inclinación al pecado. Pero nuestra carne no es nuestro único enemigo en esta guerra. El entorno en el que estamos, el sistema en el que vivimos que constantemente está procurando desviar nuestra mirada de lo espiritual, de lo que realmente importa de Dios mismo. Todo este sistema ha sido diseñado por el príncipe de este mundo, y quiero hacer énfasis en eso, Satanás es solo el príncipe de este mundo, no es el rey. Él puede controlar, influenciar muchas cosas, pero a la larga, él no tiene la palabra final. Lo acabamos de ver Cristo es el que tiene el poder, bajo sus pies es que están sometidas todas las cosas. Sin embargo, la guerra no ha terminado. Seguimos en guerra, y nosotros estamos en misión tras las líneas enemigas. Recordemos cómo lo dijo nuestro Señor Jesucristo en Mateo 10: 16 o en Lucas 10: 3. Somos como ovejas en medio de lobos. Y ¿saben? yo muchas veces me siento así. No sé a quién le ha pasado, pero suelo sentirme así, como una oveja en medio de lobos. Y lo peor es que los ataques son los más sutiles, los más inesperados.

¿Saben? Cualquiera que intente vivir una vida conforme a la palabra de Dios, empezará a ser objeto de más ataque. Sólo haz la prueba. Como ejemplo, pensemos en una persona que tiene muchos amigos con los que suele salir de rumba y embriagarse. Digamos que esta persona conoce a Cristo y el Espíritu Santo empieza a hacerle entender que Dios no se agrada con ese comportamiento, que su cuerpo es templo del Espíritu, que cuando el alcohol lo controla, en realidad no tiene dominio de sí mismo. En fin, así que decide renunciar a eso. ¿Qué va a pasar? Todo el mundo le va a caer encima: usted antes era divertido, pero ahora que se volvió cristiano es aburrido. Desechó a los amigos. Le lavaron el cerebro etc. Y ese es un ejemplo obvio. Pero la realidad es que siempre que queramos adaptarnos a los estándares de Dios, estaremos rechazando los estándares del mundo. Un hombre es bobo si no le es infiel a su mujer. Una mujer es boba si se somete a su marido. Uno es machista si quiere que su mujer esté en casa en lugar de salir a trabajar. Muy bobo si en lugar de quedarse con la plata cuando le dan más de vueltos, uno entrega el excedente. Bobo porque en vez de decir una mentira para librarse de un problema, prefiere decir la verdad. Bobo el de la universidad que por cuidarse no se involucra sentimentalmente con esa chica que le está cayendo. Y así sucesivamente.

Como ya lo he dicho en otras ocasiones, si el mundo no se incomoda con nosotros, probablemente sea porque nosotros estamos cómodos con el mundo.

Y a todo esto es a lo que Pablo se refería al decir que nuestra lucha no es contra sangre ni carne. Y por eso debemos estar fortalecidos en el Señor y en el poder de su fuerza. Y debemos vestirnos con toda la armadura de Dios para poder resistir la batalla, para poder estar firmes cuando acabe la guerra.

Como hablaba el domingo pasado, me encantan los relatos épicos. Y siempre me imagino cómo debía sentirse un soldado al regresar triunfal después de la guerra. Me imagino a pueblos enteros vitoreando a sus soldados, celebrando la victoria. Me imagino a estos soldados orgullosos, quizás sintiéndose más fuertes al haber logrado derrotar al enemigo. Y eso es lo que deseo para nosotros, que podamos salir victoriosos de esta lucha. Pero a la guerra uno no va si no está preparado. ¿Cómo puede uno enfrentar al enemigo sin la preparación adecuada, sin las armas ni las fuerzas adecuadas? Y, paralelo a lo que acabamos de ver respecto a nuestro enemigo, vale la pena ver qué dice la palabra de Dios sobre nuestras armas, y antes de ver la armadura de Dios para nosotros, que Pablo describe en los versículos 14 al 20, quiero que leamos 2 Corintios 10: 3 – 6

3 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;

4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,

5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,

6 y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

Andamos en este cuerpo pero no militamos en un ejército humano sino espiritual. Así como nuestro enemigo no es de carne ni sangre sino espiritual, así también nuestras armas, las cuáles son poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. ¿Y cómo se destruyen esas fortalezas? derribando argumentos y toda altivez contra el conocimiento de Dios y sometiendo aun nuestros pensamientos a la obediencia a Cristo. Dispuestos a obedecer a plenitud.

En realidad esto termina siendo un argumento obvio. Si nuestro enemigo no es de carne y hueso sino espiritual, entonces nuestras armas también deben serlo. Y es aquí donde entramos a ver esas armas. Habría querido traer una armadura real para poder ilustrar de una manera más realista esta parte del libro de Efesios, pero en realidad no fue fácil conseguirla, en especial porque lo que pude ver eran simples disfraces o caricaturas de una armadura, pero muy lejos de lo real. Y creo que haber traído algo así habría desdibujado la solemnidad con la que Pablo escribió el libro de Efesios, y más que todo, esta porción de la armadura de Dios para el creyente.

Leamos ahora los versículos 10 al 20 de Efesios 6. Si bien ya vimos los primeros versículos el domingo pasado, creo que nos es útil, teniendo fresca esa parte, repasarla para luego entrar a ver la segunda parte.

Como dije al comienzo, me imagino a Pablo escribiendo esta carta, llegando a sus palabras finales, deseando comunicar con toda fuerza y claridad el mensaje que había en su corazón. Habiendo dicho lo de los capítulos anteriores, nos recuerda que separados de Dios nada podemos hacer, por eso necesitamos fortalecernos en Cristo. Y además de esto, debemos recordar que estamos en guerra y que nuestro enemigo no es cualquiera. Por esta razón debemos prepararnos y estar listos para la batalla. Y ¿con qué empieza Pablo? Versículo 14.

Estad pues firmes, ceñíos vuestros lomos con la verdad.

¿Qué es ceñirnos los lomos?

Ceñirnos los lomos, dicho en nuestro vocabulario cotidiano es como ponerse los pantalones. Especialmente ponérselos bien. Y uno se pone bien los pantalones cuando está bien ajustado el cinturón.

El diablo es el maestro de la mentira, es el padre de la mentira. ¿Qué dice Juan 8: 44?

Aquí Jesús está hablando con los judíos y les explica que mientras no crean a la verdad seguirán siendo hijos del padre de la mentira.

Enfrentamos a un homicida que ha rechazado la verdad, en él no hay verdad, si habla, habla mentira, y habla de sí mismo, procurando engañar. ¿Recuerdan cuál fue la razón por la cual el diablo terminó siendo diablo? Él quiso ser igual a Dios, en su corazón se armó el video que podía llegar a ser igual a Dios. Se llenó tanto de sí mismo, se enfocó tanto en sí mismo, que se le subió el ego. Y en realidad eso no ha cambiado. Él sigue centrado en sí mismo deseoso de recibir la adoración, y por eso  engaña, procurando desviar la atención y la adoración del Dios verdadero. Y si logra que nosotros busquemos sus deseos, habrá ganado. Y sus deseos están lejos de la verdad.

El hábito no hace al monje, dice el dicho. Nadie se convierte en soldado de un momento a otro si se pone una armadura o atuendo o uniforme de soldado. Un uniforme representa algo. Indica que la persona que lo porta tiene una preparación, un entrenamiento. Por eso el honor es tan valorado en la milicia. Porque uno no sube de rango porque sí, sino porque ha hecho méritos. Así un soldado no es soldado de un momento a otro, sino que lo llega a ser después de pasar por un proceso de entrenamiento y aprendizaje. Sólo después de pasar por entrenamiento físico, adquirir conocimientos específicos, conocer sobre manejo de armas, seguramente defensa personal y demás aspectos relevantes, es que alguien puede llegar a ser considerado un soldado.

Pues bien, el entrenamiento es al soldado como la verdad es al cristiano. Así como un soldado necesita entrenamiento para ser un soldado, tener conocimientos que lo preparan, lo alistan para ser soldado, nosotros necesitamos tener el conocimiento de la verdad, entender a fondo la verdad. Apropiarnos de la verdad, hacerla nuestra. Ceñirnos de ella, con el fin de estar preparados para la guerra.

Ahora, el diablo quiere destruirnos y parte de su estrategia es por medio del sistema de este mundo. De la ideología de este mundo, la cual enceguece, sume en engaño y en mentira a todo aquel que no está en Cristo. Recuerden lo que acabamos de leer en  Juan 8: 44. Los que no están en Cristo están en el Diablo. Y esto suena horrible. Hasta me costó trabajo ponerlo en esas palabras cuando estaba preparando la enseñanza. Busqué una manera más suave de decirlo, pero no la encontré, y en gran parte se debe a que no hay otra manera de decirlo más claramente. Y creo que esta debería ser una buena razón para evangelizar. Quizás, y volviendo a lo que veíamos en el capítulo 5, esta realidad nos ayude a despertar si estamos dormidos. Las personas, nuestros amigos, nuestros familiares que no están en Cristo, están en satanás, hacen parte de su sistema, le pertenecen. En cuanto a esto, veamos qué dice Santiago 4: 1 – 4

1 ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?

2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.

3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

4 !!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

Pablo nos habla de tener unidad, nos exhorta a que tengamos un mismo ánimo, y en estos versículos, Santiago nos hace ver unas de las razones por las cuáles no tenemos unidad. En vez de acudir a Dios para pedirle, expresarle lo que necesitamos o incluso lo que deseamos, nos esforzamos por obtenerlo a nuestra manera y por cualquier medio. Y Si pedimos, pedimos pensando en nuestros deleites. Pero el punto al que quiero llegar es lo que dice el versículo 4. La amistad del mundo es enemistad contra Dios. Cualquiera, pues que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¡Qué palabras tan duras! Quieres pasar por esta vida sin tener problemas con el mundo, adaptándote, conformándote a su modelo de pensamiento, bien. Hazlo, pero ten presente las implicaciones de esa decisión.

Pero esto no solo lo encontramos en Santiago. Veamos ahora Mateo 12: 30

30 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.

Está hablando Jesús respondiendo a quienes lo acusaban de que en nombre de Belcebú, o de satanás, era que él echaba fuera los demonios. Y él les responde: un reino dividido contra sí mismo no puede permanecer. Y más adelante, como parte de su respuesta dice esto que acabamos de leer.

Mis hermanos, ciñámonos los lomos con la verdad. Apropiémonos de la verdad.

Miren lo que dice Juan 8: 31, 32

31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;


32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

La verdad libera. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido liberados cuando hemos dicho la verdad? Podemos sentirnos mal por reconocer que hemos mentido, pero hay un descanso cuando decimos la verdad. La verdad libera. Conocer la verdad nos hace libres. Y como también dijo nuestro señor Jesucristo en Juan 14: 6, yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al padre sino por mí.

Conocer a Cristo, es conocer la verdad. Seguir a Cristo es seguir la verdad. Ceñíos los lomos con la verdad. Como dije hace un momento. El hábito no hace al monje. Las apariencias no nos hacen cristianos. Congregarnos, orar, cantar, leer la biblia no nos hace cristianos, mientras no nos hayamos ceñido con la verdad.

Mientras no nos hayamos apropiado de la verdad. Mientras no nos rodeemos de la verdad de tal forma que abunde, no vamos a estar preparados para la guerra. Porque caeremos con la primera mentira. Pretender ponernos el resto de la armadura, es como pretender ir a la guerra con todo el armamento pero sin ningún entrenamiento.

Volvamos al versículo 14.

Después de ceñirnos nuestros lomos con la verdad, ¿qué sigue?

Vestíos con la coraza de justicia.

La coraza era la parte que protegía todo el tronco del soldado. Podía estar hecha de diversos materiales, pero si era de una sola pieza y de metal, podía brindar mayor protección.  Al proteger el tronco, la coraza, protegía la mayoría de los órganos vitales del cuerpo, en especial e corazón. Si hay algo que quiere nuestro enemigo es llegar al corazón. ¿Y cómo llega? Bueno, él sabe que ahí están nuestras emociones, nuestra confianza, nuestra autoestima. Y hace uso de sus ataques mentirosos para lograr sacarnos de la batalla.

Un ataque muy común es cuando el Diablo nos recuerda lo horribles que somos por dentro. Es como si nos espichara, diciendo: tú no debes estar ahí en esa iglesia, no te das cuenta de cómo eres. O se esfuerza en mantenernos deprimidos pensando que no tenemos futuro. Siempre, con sus mentiras procura hacernos pensar que no somos lo suficientemente buenos como para ser dignos de Cristo. Y dense cuenta que esto no es del todo mentira. Pero una verdad a medias también es una mentira. Es verdad que en nuestras fuerzas y en nosotros no hay nada que nos haga dignos de salvación, pero nosotros necesitamos aferrarnos a la verdad que nos dice que la obra la hizo Cristo, sí es bueno reconocer el pecado, sí es bueno recordar de dónde hemos sido rescatados, sí es bueno tener nuestra memoria fresca respecto a nuestra condición. Pero también debemos recordar que la justicia de Cristo nos ha sido imputada. Su muerte pagó el precio que nosotros debíamos pagar. Ante Dios somos hechos justos, somos declarados limpios, no culpables, porque la pena de muerte que pesaba sobre nosotros por nuestro pecado, fue pagada en la cruz, Cristo la pagó. Recordemos la parábola del hijo pródigo. Habiendo malgastado todo, su padre dice que le den ropa nueva lo vistan, le ponga un anillo. Siendo injusto es hecho justo. Nosotros también, siendo injustos, hemos sido hechos justos. Y si hemos puesto nuestra confianza en ese sacrificio, entonces debemos aferrarnos a esa verdad y ponernos la coraza de justicia con la cual protegemos nuestro corazón y recordamos quiénes somos en Cristo. Por lo tanto debemos someternos a Dios y su palabra, actuando en justicia.

Ahora veamos el versículo 15.

15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

Este versículo lo hemos visto en varias ocasiones a lo largo de este año.

Uno siempre que se va a poner unos zapatos, se los pone pensando en que sean aptos para la ocasión. Si voy a salir a montar en mi bicicleta, no me pongo unos zapatos elegantes, o si voy a ir a un matrimonio, sería bueno no irme en tenis. Si voy a la playa pues no me pongo botas. En fin. Uno elige los zapatos de acuerdo a la actividad que va a realizar.

Aquí Pablo nos dice que nos calcemos los pies con el apresto del evangelio de la paz. ¿Qué significa eso?

La Nueva Traducción Viviente lo traduce de esta manera:

Pónganse como calzado la paz que proviene de la Buena Noticia a fin de estar completamente preparados.

¿Alguien alguna vez ha tenido el placer de dar una buena noticia?

¿Cómo se siente uno cuando va a dar una buena noticia? Uno se pone ansioso y quiere dar la noticia lo más pronto posible. Como uno sabe que es una noticia buena, quiere alegrarle el día, o la vida a otra persona. Uno se apresura a llegar, se apresura a llamar, quiere anunciar esa noticia. No se la quiere callar, no se la quiere guardar.

Y qué mejor noticia que el mensaje de salvación. Esa sí que es una buena noticia. Esa noticia es tan buena que no deberíamos contenernos, sino anunciarla. Pero me temo que hay más personas dispuestas a recibir el evangelio que a compartirlo. Nuestro Señor Jesucristo mismo lo dijo: La mies es mucha y los obreros pocos. Pero Pablo nos está animando a que nos apresuremos, seamos diligentes en llevar el evangelio de la paz. Recordemos, estamos en guerra, y necesitamos estar bien firmes. Pablo lo repite varias veces en este pasaje. Nuestras vidas, nuestro andar, nuestra manera de pensar deben estar firmes en el evangelio, cimentadas en el evangelio. Y debemos ser presurosos para comunicar ese evangelio. Y ¿No les parece curioso el adjetivo que le da Pablo al evangelio? Dice que es el evangelio de la paz. Aquí Pablo nos está diciendo que estamos en guerra, que estemos preparados para la guerra, pero también habla de paz. La paz verdadera para esta guerra de la que habla Pablo está precisamente en el mensaje del evangelio.

¿Qué dice Romanos 5: 1?

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

Tenemos paz para con Dios, estamos en paz con Dios, podemos estar en guerra contra los enemigos de Dios, podemos ser objeto de ataque del enemigo de Dios, pero lo que realmente importa es que pase lo que pase, tenemos paz para con Dios. Qué alegría saber que al final del cuento, estaré cara a cara con mi salvador, gozando de absoluta paz gracias a que me salvó.

Veamos ahora el versículo 16.

Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

Con el escudo nos protegemos, es un arma defensiva. Evita golpes, o los recibe pero nos protege de mayores daños. Aquí Pablo nos dice que con el escudo nos defendemos de las flechas de fuego del maligno. ¿Y cómo es eso?

Si hay otro punto que el diablo puede atacar es nuestra fe. Creo que todos lo vivimos a diario, ya sea en cosas grandes o en cosas pequeñas. La fe la ejercemos cuando decidimos confiar en Dios y su palabra, así no le hallemos mucho sentido. Qué mejor versículo que Hebreos 11: 1 para ampliar esto, ¿qué dice?

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

A eso me refiero de creer lo que Dios dice así nosotros no le hallemos mucho sentido. Pero el enemigo quiere hacernos creer que lo que Dios dice no tiene sentido o no es suficiente, incluso se vale de nuestras dudas cuando no le hallamos mucho sentido a los preceptos de Dios.

Déjenme tomar un ejemplo obvio. Vemos este pasaje:

2 Corintios 6: 14

No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?

Cuando Pablo, en este pasaje, habla de unirse en yugo desigual, se refiere a emprender acciones asociadas, mancomunadas, hacer acuerdos de participación con personas no creyentes. Así que, siguiendo el ejemplo, si una persona que ha aceptado el mensaje del evangelio, que ha puesto su fe en Cristo, lee este versículo y empieza a dudar, ¿será que esto se aplica a x o y situación en mi vida? O empieza a razonar diciendo: esto solo se refiere al matrimonio. O si se le ha presentado un negocio que pinta bien, empieza a pensar que no puede perder la oportunidad, así tenga que asociarse con un incrédulo. Pues muy sutilmente el diablo va a empezar a mandar su ataque reforzando esos pensamientos. Insistiendo en que la palabra de Dios no es suficiente. Haciendo dudar sobre la misma. etc. Nuestra fe flaquea cuando flaquea nuestra confianza en la palabra de Dios. Y nuestra confianza en la palabra de Dios no se fortalece solita. Se fortalece cuando nos exponemos a ella, y cuando decidimos creerla.

Tomemos el escudo de la fe. Confiemos en Dios, creámosle a Dios de tal forma que lo que el diablo dice no tenga efecto en nuestras vidas. El entorno siempre nos está diciendo que deberíamos pensar conforme al mundo, y eso es precisamente el método que usa el diablo para seguir con su ataque a nuestra fe.

Pasemos ahora al versículo 17:

Y tomad el yelmo de la salvación,

Primero dice que tomemos el yelmo, el casco de la salvación.

El casco es otra parte de la armadura que protege otra parte vital del cuerpo. Muy similares a los ataques contra la fe son los ataques contra nuestra cabeza. El diablo quiere que dudemos. Es más quiere que no sepamos nada. Prefiere inundarnos de conocimientos con tal de evitar que en nuestra cabeza abunde el conocimiento de Dios y de su salvación. Una de las mejores estrategias de Satanás es hacer que dudemos de nuestra salvación. Hacernos pensar que solo aceptar el sacrificio de Cristo no es suficiente. Hacernos creer que necesitamos algo más. Sea como sea el diablo también quiere ganar terreno en nuestra mente. Mis hermanos no nos dejemos engañar, hace ocho días quizás soné muy regañón hablando de cuántas cosas hacemos y dejamos que entren a nuestra cabeza, pero en realidad creo que no debemos quedarnos dormidos, pensando que nada nos puede hacer daño. Despertemos a la realidad, estamos en campo enemigo, nuestro enemigo tiene control sobre todo lo que no está de parte de Dios, y si nos dejamos dominar, atraer, seducir, anestesiar con sus estrategias, sencillamente le estamos cediendo terreno.

Por favor escúchenme en esto. Debemos proteger nuestras cabezas, y las protegemos con la salvación que nos ha sido dada. Debemos llenar nuestras mentes del conocimiento de Cristo, ya lo vimos en este estudio de Efesios. El conocimiento de Cristo excede todo conocimiento, es mejor que los mejores posgrados, que las mejores especializaciones, que las mejores maestrías, también es mejor que history channel, que discovery channel, o incluso mejor que el facebook. ¿Qué le estás metiendo a tu cabeza? Piénsalo bien. De pronto estás en medio de la batalla desprotegido, sin casco.

¿Y qué dice la segunda parte del versículo 17?

y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios

Todos los otros elementos de la armadura mencionados hasta ahora son herramientas de defensa. Pero no solo somos soldados defendiéndonos, sino que también estamos a la ofensiva.

¿Saben cuál es la mejor táctica para enfrentar los ataques de Satanás?

Citando la palabra de Dios, ¿Cómo lo hizo Jesús cuando fue tentado?

Una y otra vez le dijo: escrito está, escrito está, escrito está.

La palabra de Dios es nuestra espada, no la dejemos abandonada. No la dejemos cerrada. Si no salimos con ella, nos exponemos a ser un blanco fácil. Si no nos exponemos a ella, si no dejamos que entre en nuestra mente, si no dejamos que actúe en nuestro corazón y en nuestra fe, terminamos siendo unos soldados desarmados. Como decía el domingo pasado. No podemos tener vida espiritual con este libro cerrado. No nos dejemos engañar pensando que basta venir hoy y llegar a la casa y dejar la biblia cerrada hasta el próximo domingo. Recordemos lo que dice Pablo en los versículos anteriores, nos dice que tomemos toda la armadura de Dios. No una parte, no parte por parte, sino toda.

Leamos ahora los versículos 18 al 20.

18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,

20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.

Creo que esta parte es muy clara. Y se conecta con el versículo 10 que dice: Fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Acudimos a nuestro Señor en oración, nos fortalecemos por la lectura de su palabra, por la oración, por la comunión con los hermanos.

Debemos orar, debemos velar, cuidar unos de otros, ser perseverantes en la oración por todos los santos. Y Pablo pedía que oraran por él, que a pesar de estar preso, pudiera hablar con denuedo del misterio del evangelio.

El ejemplo nos queda dado en Pablo. Él podía estar preso, pero el evangelio estaba libre, no importa a dónde estuviera ni sus circunstancias. Si hay algo por lo que deberíamos orar como iglesia es porque Dios se avive entre nosotros, porque despertemos y prediquemos con denuedo el evangelio.

Por último, leamos los versículos 21 al 24.

21 Para que también vosotros sepáis mis asuntos, y lo que hago, todo os lo hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro en el Señor,

22 el cual envié a vosotros para esto mismo, para que sepáis lo tocante a nosotros, y que consuele vuestros corazones.

23 Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo.

24 La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén.

Por tiempo no podemos ahondar en estos versículos, pero quiero resaltar la unidad que había entre estos hermanos. Pablo enviaba un mensajero para llevar noticias y consolar a sus hermanos y me encanta la manera como describe a los hermanos en el versículo 24. La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable.

Que ese sea nuestro reto, amar a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. O poniéndolo en nuestro contexto, conocer, presentar y servir a Cristo con amor inalterable.

Hay un final en esta lucha, y deseo estar firme, ya sea que muera o que esté vivo al momento del regreso de nuestro Salvador, no quiero que me encuentre fuera de guardia.