En los evangelios tenemos tres escenas en las que Jesús comparte en Betania con esta familia.
La primera se da en medio del ministerio de Jesús cuando es recibido en casa de Marta. Esto lo encontramos en Lucas 10: 38 – 42. Esta es la ocasión en la que Marta, como buena anfitriona, se preocupa por atender bien a sus invitados y ante tanto trabajo, se molesta con su hermana María porque ella, en lugar de ayudarle, prefirió sentarse a los pies de Jesús para escucharle hablar. Marta, molesta ante la actitud de su hermana, le reclama a Jesús, pidiéndole implícitamente que le diga a María que le ayude. Pero Jesús, muy paternalmente, le hace un llamado de atención, llevándola a pensar en qué era lo realmente importante.
La respuesta de Jesús:
Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
La segunda escena es más dramática y la encontramos en Juan 11: 1 – 44
Jesús no se encuentra en Betania, pero Marta y María, le hacen llegar un mensaje diciéndole que Lázaro está enfermo. Jesús no se apresura a ir, y cuando finalmente llega, ya es demasiado tarde, puesto que Lázaro había muerto. Marta, por un lado, al enterarse que Jesús iba, no se esperó a que llegara, sino que salió a su encuentro, y nuevamente, casi se podría decir que le hace un reclamo, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto, pero en realidad Jesús tenía un propósito mucho más sublime en mente, y en su conversación con Marta la lleva a reconocer que él era el mesías. Luego viene María que al llegar se postra a los pies de Jesús. Jesús ve el dolor de ellas, y a pesar de ser Dios y tener una compresión plena de todo, pudo entender el dolor que como humanos enfrentamos ante la pérdida de un ser querido, y Juan 11: 35 nos deja ver esto con claridad. Creo que Jesús pudo entender y sentir el dolor de la muerte. Jesús lloró. Lloró por la muerte de su amado amigo. Pero Dios se glorificó en esto al resucitar a Lázaro.
Y la última escena en la que encontramos que estos tres hermanos estuvieron con Jesús fue antes de su crucifixión, cuando iba rumbo a Jerusalén para la pascua. Fue convidado a la casa de Simón el leproso, quien muy seguramente ya no era leproso porque de lo contrario no habría podido ofrecer un agasajo ni atender invitados. Esto lo encontramos en Juan 12: 1 – 8. Allí, en casa de Simón encontramos nuevamente a Marta haciendo uso de sus dones de servicio, a Lázaro compartiendo en la mesa con Jesús, y a María haciendo un acto de sublime adoración. Tomó un frasco de un costoso perfume y lo quebró a los pies de Jesús y lo enjugó con su cabello. Esto ocasionó las críticas de varios, quienes consideraron esto todo un derroche. Pero Jesús la defendió diciendo que ella se había anticipado a su sepultura. Quizás ella entendía qué se avecinaba y por eso hizo esto. No podemos conocer su corazón, pero sí podemos ver que María era una mujer que tenía una comprensión mucho más clara de su salvador y por esto siempre la encontramos a los pies de Jesús.
Entonces ¿cómo era este hogar?
No tenemos muchos detalles, pero encontramos que eran tres hermanos que vivían juntos. No sabemos cómo fue su crianza, ni quiénes pudieron haber sido sus padres. Pero por los relatos en los evangelios podemos identificar y deducir varios aspectos de esta familia así como de sus integrantes.
Entre estos tres hermanos la más dominante era Marta, probablemente ella era la mayor de los hermanos. Cuando se mencionan sus nombres, también ella es nombrada en primer lugar. El relato de Lucas hace ver que era la casa de ella a donde Jesús llegó, ella fue quien lo recibió, y dada su preocupación por el buen servicio y la atención de sus invitados, podemos deducir que era la persona a cargo en este hogar. Algunos historiadores han llegado a insinuar que probablemente era viuda. Pero lo que en definitiva es muy claro por lo que vemos de su personalidad y su comportamiento, sin duda era una mujer de armas tomar, una gran anfitriona y que tenía un gran aprecio por Jesús.
Luego encontramos a María, también se podría deducir que era la hermana del medio. Una mujer con una personalidad muy diferente a la de María, quizás más intelectual, más contemplativa. Su manera de actuar nos deja entrever a una mujer calmada, serena, silenciosa y sabia. Alguien que pensaba antes de actuar, alguien que no actuaba abruptamente ni con sobresaltos. Muy inclinada a la adoración y con una relación muy íntima con su salvador. Tenía una percepción mucho más amplia de quién era su salvador, y eso la llevaba a expresiones de adoración más abiertas.
Por último, en esta peculiar familia encontramos a Lázaro, un hombre famoso que nunca dijo nada. Bueno, por lo menos nunca quedó registrado en los evangelios algo que haya dicho. Era el menor de sus hermanas. Y más allá del episodio de su resurrección, no tenemos mayores detalles de su personalidad. Pero por lo que vemos en Juan 11: 3, en el recado que le envían sus hermanas a Jesús, encontramos que era alguien que tenía una relación especial con Jesús.
“he aquí el que amas está enfermo”
Por alguna razón esta familia había desarrollado una amistad especial con Jesús. Por lo visto Jesús se sentía en casa con ellos y seguramente tenía confianza de llegar a esta casa con frecuencia. Además de la expresión en la que se refieren al aprecio que tenía Jesús por Lázaro, Juan, un par de versículos más adelante también se encarga de informar que la relación de esta familia con Jesús era entrañable. Juan 11: 5
Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Si bien podemos decir que Jesús amaba a esta familia, creo que es más acertado como lo dice Juan en el versículo que acabamos de leer. Especialmente porque cada uno de ellos tenía una relación individual con Jesús. Y esto es natural. Vemos tres personas diferentes, con tres personalidades diferentes, y formas de proceder diferentes. De modo que la relación individual de cada uno con Jesús sin duda debía ser diferente.
Y ver todo esto me emociona. Porque estamos viendo una familia que evidentemente adoraba unida, pero esa adoración conjunta era el resultado de una relación individual de cada uno con su salvador.
Parte de la razón por la cual Germán y yo quisimos hacer este ejercicio de enseñar juntos ha tenido que ver con una inquietud que hemos tenido en cuanto a cómo están nuestras familias. Llegamos a un punto en el que sentíamos que debíamos enfocarnos con nuestras familias respecto a aquello a lo que Dios nos ha llamado. Especialmente alinearnos con estos principios de presentar, conocer y servir a Cristo, porque tenemos el deseo de ver a nuestros hijos algún día siguiendo a Cristo.
Y esta familia de Betania es un ejemplo hermoso. Como lo mencionó Germán al comienzo, ya vimos la familia de Adán y Eva, hace una semana vimos la familia de Samuel, pero me gusta mucho el hogar de Betania, porque es una familia atípica, como muchas en nuestro tiempo y aún en nuestra iglesia. Y quiero resaltar varios puntos sobre esto, además de lo que ya dije respecto a la relación que cada uno tenía con Jesús.