Continuamos con nuestro estudio del capítulo 53 de Isaías, viendo la profecía que anunciaba al mesías como un siervo sufriente.

Meditando en los versículos 1 al 7 encontramos que, si bien la palabra amor no es mencionada en este pasaje, sí revela el gran amor de Dios para con la humanidad, y su plan de salvación, la solución a nuestro mayor problema. En Juan 11:35 encontramos a Jesús llorando al ver las consecuencias del pecado en nosotros.

Conocer a Jesús y tener vida en él debe transformar nuestro actuar, debe transformar nuestra vida.

Isaías 53:4 dice que él llevó nuestras enfermedades en su cuerpo. Las enfermedades son consecuencia del pecado, y parte de la profecía del mesías decía que él sanaría a los enfermos, y nuestra mayor enfermedad es el pecado, y él también sanó esa enfermedad.

Él herido fue por mis rebeliones, molido por mis pecados… No hay mayor amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos… Él, siendo justo, padeció por nosotros los injustos.

Isaías 53: 6 nos recuerda nuestro extravío por el pecado. Sin Cristo, somos como ovejas dispersas y sin pastor, desamparados,  perdidos, sin esperanza. Mateo 9: 35 – 38 es una muestra del amor de Cristo para con los perdidos. Las ovejas necesitan de pastor para p poder vivir. Y él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

El siervo sufriente de Dios en Isaías 53 nos lleva a ver el sufrimiento de Cristo quien sufrió al ser molido. Enmudeció y no abrió su boca. Soportó el castigo de nuestra paz. ¡Nuestra paz!

Piensa en esa expresión: Nuestra paz. En Juan 19: 30, tras su amargo y penoso sufrimiento, Jesús dijo: consumado es, y en ese punto murió. Pero gracias a Dios ahí no terminó la historia, después de resucitar, al aparecer a sus discípulos, su saludo fue: paz a vosotros. Habiendo él tomado nuestro lugar, permitió que nosotros tuviéramos paz para con Dios… el castigo de nuestra paz, fue sobre él.

Esa paz la obtenemos sólo cuando aceptamos su plan de salvación.