take-me-to-the-cross-1Serie sobre el pecado – Parte 1

Los grandes avivamientos en la historia han tenido algo en común, y ha sido el tiempo y los hechos previos a cada avivamiento. Se han presentado cuando siervos de Dios, cuando iglesias comprometidas con Dios, se han dado a la tarea de orar clamando a Dios, pidiéndole que se avive entre ellos, y Dios ha respondido a esas oraciones de maneras sorprendentes. Y una de esas maneras ha sido quebrantando a la iglesia, llevando a que sus miembros reconozcan y confiesen su pecado y se consagren a vivir vidas santas.

En estos tres domingos quiero hablar sobre el pecado desde tres ángulos que son los siguientes:

 1. El pecado después de Cristo
 2. El pecado ante la santidad de Dios
 3. El quebrantamiento ante el pecado.
 Y animo a que no se pierdan ninguna de las enseñanzas de esta serie porque, si bien pueden entenderse de forma individual, las tres están entrelazadas.

El pecado

Siempre me he preguntado: ¿Cómo es posible que sigamos luchando tanto contra el pecado, o incluso más, después que hemos aceptado a Cristo?

Bien, en realidad no pienso dar una respuesta directa a esa pregunta, pero sí quiero despertar una sensibilidad a vivir la vida cristiana quebrantada, de humillación, en la que nuestro deleite sea siempre nuestro salvador.

Leamos el Salmo 51

Habiendo leído el Salmo 51, creo que es conveniente que nos ubiquemos en el contexto dentro del cual David escribió este salmo. Si nos fijamos en el encabezado, algunas versiones dicen  algo como esto: Salmo de David, cuando después que se llegó a Betsabé, vino a él Natán el profeta.No quiero quedarme mucho tiempo en esta parte, pero espero que podamos tener un contexto claro para entender más a fondo este salmo.

Este comentario al inicio del salmo se refiere al relato que encontramos en 2 Samuel 11 al 12. Por favor tomen nota de esta cita y, por favor, tomen tiempo para leerlo en casa, ojalá en familia. Déjenme darles un rápido resumen de lo que sucedió. David, siendo el rey de Israel logró un reino estable, pacífico y poderoso. Después de varios años turbulentos, finalmente comenzó a gozar de tranquilidad, y por lo visto, esto hizo que se confiara y bajara la guardia, pero no precisamente a nivel militar. Llegó un momento en el que David debía salir a la guerra a liderar su ejército en las campañas militares que tenían que adelantar, pero en lugar de hacerlo prefirió darse un tiempo de descanso y envió a su ejército bajo el mando de su general. Así que, mientras sus hombres estaban luchando por mantener la estabilidad de su reino, él se quedó holgazaneando en casa. Y no hay mejor palabra que esa. Dice el relato que al atardecer David se levantó de su cama y empezó a pasearse por la terraza de su palacio. ¿Qué había estado haciendo todo el día, que se levantó en la tarde? no sé, pero por ahí dicen que la mente ociosa es el taller del diablo. Y en efecto esto se vio cumplido cuando, mientras se paseaba por la terraza, vio a una hermosa mujer, llamada Betsabé, bañándose. Y no sólo la vio, sino que se quedó mirándola y deseándola a tal punto que envió mensajeros para que la trajeran a su palacio. Estos mensajeros fueron y volvieron con ella, él la recibió y, dejándose llevar por su deseo y lujuria, tuvo relaciones sexuales con ella. Después de esto ella volvió a su casa, pero poco tiempo después se hizo evidente lo que había pasado. Ella había quedado embarazada, y se lo hizo saber a David. Y David, buscando cubrir su pecado, mandó traer a Urías, el esposo de Betsabé, que integraba las filas de ejército de David. David lo hizo venir con al excusa de recibir un informe de cómo iba la guerra, luego lo despidió y lo mandó a su casa esperando que fuera, durmiera con su mujer, y así no despertar sospechas sobre el embarazo de Betsabé, pero Urías no cayó en la trampa. Su compromiso con su pueblo y su rey era tal, que no se fue a casa, sino que se quedó durmiendo a la entrada del palacio del rey. Al David enterarse de esto, intentó hacerlo de nuevo a la noche siguiente, y esta vez emborrachó a Urías, pero ni así logró que él fuera a su casa. Ante la imposibilidad de lograr que Urías fuera a su casa, decidió enviarlo con un mensaje escrito para el comandante. El mensaje decía: pongan a Urías al frente de batalla, y déjenlo solo para que muera. Y así se hizo. Urías terminó muerto en batalla. David recibió su reporte satisfactorio, Betsabé pasó su duelo y luego David la tomó por mujer. Pero nada de esto quedó oculto. Más o menos un año después de todos estos sucesos, vino Natán el profeta ante David y lo confrontó duramente. Las consecuencias: el hijo que había nacido a Betsabé iba a morir y un hijo de David se iba a revelar contra él e iba a hacer en público lo que David había hecho en privado. Esto llevó a David al quebrantamiento, se arrepintió de su pecado, lo confesó y escribió este salmo que acabamos de leer.
Sin duda, este salmo cobra mucho sentido cuando se entiende el contexto que si se leyera desprevenidamente sin saber qué fue lo que movió a David a escribirlo.
Este es uno de los pasajes en la Biblia que mejor refleja cómo me he sentido muchas veces. Y es precisamente el pasaje al que acudo cuando me hago la pregunta que mencioné anteriormente: ¿Cómo es posible que sigamos luchando tanto contra el pecado o incluso más, después que hemos aceptado a Cristo?
 Creo que como cristianos tenemos cierta tendencia a la comodidad. Bueno, en realidad esa es una tendencia humana. No nos gusta estar incómodos, evitamos las situaciones embarazosas, evitamos todo aquello que nos haga sentir mal. Y muchas veces adoptamos esas mismas actitudes en nuestra vida cristiana. Tenemos cierta inclinación a perder de vista realidades que debemos tener presentes de manera constante, y una de esas es precisamente la confesión o el reconocimiento del pecado.

Cada domingo nos reunimos a recordar el sacrificio de Cristo por nosotros, hablamos y reconocemos que nos salvó de nuestros pecados que somos libres etc. Pero me parece que nos pasa lo que dice el dicho, mal de muchos, consuelo de tontos. Hablamos que somos pecadores, reconocemos que pecamos, pero siempre con una inclinación a quedarnos entre la multitud de los tontos. Tratando de no sobresalir. Muy sutilmente procuramos diluir la gravedad de nuestras falencias reconociendo que todos pecamos o tenemos fallas. Es fácil reconocer que nadie es perfecto, que todos pecamos, pero cuán difícil es reconocer abiertamente nuestros propios pecados. Y creo que el enemigo ha sabido explotar muy bien esa debilidad. Porque si hay algo que genera esta actitud es hipocresía. Y, en mi opinión, la hipocresía es la enfermedad que más afecta a la iglesia de Cristo a nivel mundial. Puede ser sutil, o puede ser descarada. Pero sea como sea, es hipocresía, y la hipocresía se presenta en una iglesia cuando la obra de Cristo pierde relevancia entre los miembros de dicha iglesia. Y la obra de Cristo pierde relevancia en gran medida, cuando se pierde de vista la gravedad del pecado.

Déjenme ilustrar esto de esta manera:

La hipocresía y el ignorar la gravedad del pecado, es como una persona que se sube al carro y lo enciende y ve que en el tablero hay una luz amarilla encendida que le está indicando que hay un problema en el motor. Así que, para dar solución al problema, esta persona busca un destornillador y golpea fuertemente el tablero hasta perforarlo y llegar al bombillo amarillo y apagarlo a la fuerza. ¿Esto soluciona el problema? Para nada, esta persona simplemente ha optado por ignorarlo, taparlo, pretender que no está ahí.

Así es la hipocresía en lo que respecta al pecado. Por un lado le restamos importancia, y por el otro optamos por taparlo, por apagar o desactivar la luz de advertencia.

Al llegar hoy, en algunas sillas habrán visto unos letreros: reservado para mentirosos, reservado para asesinos, reservado para adúlteros, etc. Quizás se hayan sorprendido con esos letreros, pero créanme, esos letreros reflejan la realidad. Siempre he dicho que la iglesia de Cristo tiene una inclinación a personificar ironías, y una de ellas es que a la iglesia llegamos por pecadores y nos vamos por pecadores. ¿No se han dado cuenta de eso? ¿Qué nos introdujo al cuerpo de Cristo sino el reconocimiento de nuestro pecado y la aceptación del sacrificio de Cristo por nosotros? Pero cuando, por alguna razón cometemos pecados, especialmente aquellos visibles y escandalosos como adulterio o fornicación, entonces la tendencia es a tener que irse de esa iglesia. Llegamos por pecadores y nos vamos por pecadores. Esto no debe ser así. Nos vamos por pecadores porque, no sé cómo, en algún momento se empieza a generar una santurronería dañina. Y la santurronería se deriva del deseo de mostrarnos intachables, perfectos, piadosos, espirituales. Todo esto es bueno cuando es genuino y real, pero no siempre es así. No siempre me levanto deseoso de alabar a Dios. No todos los días tengo un tiempo devocional de ensueño. Hay días que no estoy bien con mi esposa o con mis hijas. ¿Cuántos han tenido una pelea en familia justo antes de salir para la iglesia? ¿Cuántos dicen amén? ¿Y cómo llegamos? Ponemos una sonrisa y guardamos las apariencias. ¿Saben? esto no debe ser así, y es por eso que encuentro este tema tan pertinente.

Volvamos al salmo 51. Hay algunos salmos que me gustan más que otros, y he encontrado que el 51 es uno de esos salmos que me encantan, y esta semana descubrí qué es lo que me gusta de ciertos salmos. Los salmos que más me gustan son aquellos salmos que comunican intimidad. Si miramos los diferentes salmos, encontramos unos que son de alabanza, canciones completas, que invitan a adorar, compuestas para la adoración congregacional. Hay otros salmos que hablan de las maravillas de Dios, las proclaman, como llevando a otros a una adoración contemplativa. Y están aquellos salmos que yo llamo íntimos. Que son oraciones escritas, que revelan el corazón de quien los compuso. Son un clamor, son una oración desesperada, casi como el último recurso de quien sabe que sólo puede acudir a Dios para buscar ayuda.

Este es uno de esos salmos. Volvamos a los versículos 1 y 2.

¿Alguna vez has orado de esa manera? ¿Alguna vez has estado tan desesperado como para clamar de esa forma: ¡ten piedad de mí oh Dios!?

Recuerden cuál era la situación. David había sido puesto en evidencia. Ya no podía ocultar más su pecado y ahora estaban solos él y Dios.

Creo que David clamó de esa forma no tanto porque lo habían descubierto, sino porque conocía a Dios, recordemos lo que dice Hebreos 10: 31, ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!

Creo que esto fue lo que movió a David a clamar de esta forma. Él conocía a Dios, sabía que sus juicios son justos, y sabía que era merecedor de la condena que Dios dispusiera sobre él.

¿Saben? es mejor correr a los brazos de Dios que esperar a caer en sus manos. Y eso es lo que hizo David. Corrió a los brazos de Dios. De hecho no se tardó. Tan pronto como Natán lo puso al descubierto, él reconoció y dijo: he pecado contra Dios (2 Samuel 12: 13)

Observemos bien esos dos versículos. David está clamando, rogando, suplicando. Si tuviéramos un actor y le pidiéramos que representaras estas líneas, ¿cómo esperaríamos que lo hiciera?

Ahora miremos qué dice David de sí mismo:

Habla de sus rebeliones y de su pecado.

Fíjense cuántos matices o perspectivas puede tener el pecado. El solo estudio del significado de las palabras para mí ha sido muy esclarecedor. En nuestra traducción en español podríamos contar al rededor de 10 palabras derivadas del griego y del hebreo que se usan como referencia al pecado. En hebreo hay 11 palabras que han sido traducidas de diferentes formas al español, y en griego hay 7 palabras. Se nos iría todo el tiempo mirando cada palabra, su significado y también su equivalencia en español.

Sin embargo cuando David habla de sus rebeliones usa la palabra hebra pesha que significa rebeldía, o rebelarse. Es rehusarse a someterse a la legítima autoridad.

Ahora, no quiero que esto se quede como algo teórico y ya. Porque todo esto también se aplica a nuestra realidad. Estoy seguro que cada uno de los aquí presentes pasó una semana de pecaminosidad. Y no me malinterpreten, no quiero generar carga, pero sí espero que nos incomodemos. Porque puedo venir y predicar un sermón emotivo, darles toda una charla positivista hablando de lo bueno que es Dios y de que todo va a estar bien sin importar cuál sea tu situación, pero lo único que lograría sería empeorar el problema por un lado, y por el otro estaría presentando a un dios y un evangelio que difieren completamente del Dios y el evangelio que encontramos en la Biblia. Nuestras vidas no se tratan de nosotros. Nosotros no somos el eje de la existencia, Dios no está para hacernos sentir bien y darnos todo lo que pedimos. Si crees que eso debe hacer Dios, entonces estás buscando en el lugar equivocado. El Dios que conocemos en la Biblia, el Dios que adoramos, el Dios a quien David clamaba es un Dios muy diferente. Omnipotente, grandioso, poderoso, justo y por sobre todo temible. Si nos acercamos a él es importante que procuremos entender en nuestras mentes finitas que él no es un diosito, ni el de arriba, ni chuchito. ¡No!, es el Dios creador del cielo y de la tierra, sustentador, protector, que mora entre querubines, que los ángeles del cielo lo alaban. El Dios poderoso, de los ejército fuerte temible, y cuando vemos todo eso de Dios y también nos encontramos que además de ser temible es un Dios amoroso, eso, eso precisamente debería doblegarnos.

David había tenido todo un año para pensar en lo que había hecho, ¿qué dice el versículo 3? Estoy un 99,9% seguro que a cada uno de nosotros nos ha pasado exactamente lo mismo. Hacemos algo malo, especialmente si pecamos de forma deliberada, ¿qué sucede? día tras día, noche tras noche, vuelve a nuestra mente lo malo que hicimos. Nos da vergüenza a tal punto que hasta nos cuesta reconocer lo que hemos hecho. Creo que todos tenemos secretos de cosas que hemos hecho a solas, que no nos hemos atrevido a contárselas a absolutamente nadie.

Ahora, el agravante en el caso de David, es que eso era un secreto a voces. ¿Cómo pudo David pensar que eso nunca se sabría? Había mandado mensajeros para que trajeran a Betsabé, él era un personaje público. Me parece imposible que en su palacio nadie se hubiera dado cuenta que había pasado la noche con Betsabé. Y las suspicacias tenían que haber surgido cuando aparece de un momento a otro Urías, cuando debería estar con el ejército. Pero lo que más me impacta es que la Biblia no habla nada de eso. No dice que tal persona vio tal cosa, ni que tal otra se enteró de esto o aquello. No dice que vino séptimo día a denunciar los actos inmorales del rey. Nada de eso. Solo dice que lo que había hecho había sido desagradable ante los ojos de Dios.

Leamos ahora el versículo 4.

Todo pecado que cometemos va directamente en contra de Dios. Sí, podemos herir a otras personas, podemos afectarlos con nuestro pecado, pero en última instancia el pecado siempre va en contra de Dios. Y como decía, David usa la palabra pesha, que significa rebeldía.  Él no dijo, está bien, erré, igual un error lo comete cualquiera. No, él dijo he sido un rebelde, ¿alguna vez hemos tenido la entereza de reconocer nuestro pecado tan abiertamente?

Cuando usa la palabra maldad, David usa la palabra hebrea avon que significa perversidad, o perversión. Entonces, David en estos dos versículos estaba diciendo abiertamente que era un rebelde y un pervertido o un perverso.

David aquí no está reduciendo al mínimo lo que hizo, es más lo está poniendo en blanco y negro, lo está maximizando. No está diciendo que fue solo una mentira, fue solo una aventura, fue solo un accidente, o comos ea. No. Él está diciendo abiertamente que sus actos habían ido en contra y sólo en contra de Dios.

Al usar la palabra pecado, usa la palabra hebrea chata que significa errar el blanco, o fallar.

 Al decir, he hecho lo malo, usa la palabra ra que significa romper o arruinar.
 En realidad me sorprende cómo no se quedó corto en adjetivos David al describirse. No se defendió, simplemente reconoció abiertamente cómo era él, y todas estas palabras nos describen a nosotros.
 Somos unos rebeldes al rehusarnos a someternos a la autoridad de Dios y preferir hacer las cosas a nuestra manera.
 Somos unos pervertidos cuando pervertimos lo que Dios dice, lo adaptamos a nuestra conveniencia, o simplemente torcemos nuestros caminos.
 Somos unos destructores cuando optamos por no someternos a Dios, dejando que obre, sino que hacemos lo que bien nos parece.
 Nos convertimos en ofensores o delincuentes simplemente con no someternos a lo que Dios dice.
 Somos unos descachados, (como diríamos aquí en Colombia)  por no dar al blanco. Por broma decimos que le apunta a la Vaca y no le da ni al potrero, pero creo que que muchas veces ni siquiera tenemos la intención de apuntarle al potrero, sino que buscamos nuestros deseos.
 Vayamos un poco más allá: ¿hay algún homicida entre nosotros?, por favor no levante todavía la mano, no sin que leamos lo que enseñó Jesús en el sermón del monte. Abramos nuestras Biblias en Mateo 5: 21 y 22
 No necesitamos haber cometido un homicidio en la práctica, pero si alguna vez hemos sentido ira o odio contra alguien, sin duda, hemos pecado tanto como si hubiéramos asesinado a esa persona.
 ¿Eso qué nos hace? Unos homicidas.
 Así que hagamos un repaso:
 Si reconocemos que somos pecadores, entonces deberíamos reconocer que hemos sido unos rebeldes.

Si reconocemos que somos pecadores, entonces beberíamos reconocer que somos pervertidos
Si reconocemos que somos pecadores, entonces beberíamos reconocer que somos ofensores
Si reconocemos que somos pecadores, entonces beberíamos reconocer que hemos fallado
Si reconocemos que somos pecadores, entonces beberíamos reconocer que somos destructores
Si reconocemos que somos pecadores, entonces beberíamos reconocer que somos criminales
Si reconocemos que somos pecadores, entonces beberíamos reconocer que somos unos transgresores
Si reconocemos que somos pecadores, incluso beberíamos reconocer que somos homicidas

 Hay una realidad para nosotros los cristianos: mientras vivamos en este cuerpo mortal, vamos a tener que lidiar con el pecado a diario. La pregunta es ¿cómo lo hacemos?
 Bueno, la respuestas práctica la encontramos en este salmo. Pero, para ser más específico, el pecado que no ha sido llevado a la cruz, seguirá ejerciendo peso.
 Y quiero que esto quede bien claro. No estoy diciendo que Dios no ha perdonado todos los pecados. Lo que estoy diciendo es que probablemente nosotros no estamos disfrutando de la limpieza que tenemos en Cristo.
 Lo ilustro de esta manera:
 Es como un hombre que va caminando por la orilla de la carretera con una pesada maleta en los hombros, de pronto a su lado para alguien en una camioneta de platón y se ofrece a llevarlo. Este hombre acepta el ofrecimiento y se sube. Después de un trayecto largo el conductor mira por el espejo y ve que este hombre, aunque se ha subido a la camioneta, sigue llevando en sus hombros la pesada carga.
 ¡Qué absurdo! Lo lógico sería subirse, quitarse la maleta y viajar sin más peso encima.
 El pecado es como esa maleta, y Cristo es como esa camioneta. Él ya pagó, ya cargó con el peso de nuestros pecados. El pecado siempre lo debemos llevar a Cristo, antes de creer en Cristo para salvación, y después de creer Cristo también, para tener una comunión plena con nuestro salvador.
 El pecado que no ha sido llevado a la cruz seguirá ejerciendo peso.
 Creo que David, de un momento a otro, no tuvo más que hacer sino humillarse delante de Dios y reconocer lo que realmente era. No era un rey glorioso, no era un líder militar exitoso, no era un famoso guerrero, ni un gran músico. Si se observamos cada vez que David hace una referencia a sí mismo en este salmo, hace una de tres cosas, o reconoce la maldad en él, o pide a Dios que lo cambie, lo limpie, o busca exaltar a Dios. Y todas estas son reflejo de un corazón humillado.
 uno se humilla cuando reconoce lo que realmente es

uno se humilla cuando reconoce que necesita la ayuda de otro, en este caso la intervención de Dios

  1. uno se humilla cuando reconoce a otro como superior y digno de adoración.

Nuestra tendencia es elogiarnos, exaltarnos a nosotros mismos, buscar nuestra propia honra. Hablar de lo bien que estamos, de lo bien que nos va. Pero se nos dificulta mucho reconocer nuestras falencias, y en realidad no es fácil hacerlo, lo hacemos sólo cuando nos rendimos, cuando nos humillamos. David se humilló, reconoció su pecado cuando ya no pudo más. Y es que el pecado pesa.

 David lo expresó muy bien en otro salmo, en el salmo 32. Leamos los versículos 1 al 5.
 Dice el versículo 3: Mientras callé, se envejecieron mis huesos, y dice el 4, de día y de noche se agravó sobre mí tu mano, se volvió mi verdor en sequedades de verano.
 El pecado cansa, seca, envejece.
 Es probable que alguien esté pensando que estoy planteando un panorama muy oscuro. Que no es para tanto, ¿pero saben? Sí quiero plantear un panorama oscuro. Siento la urgencia de despertar en nosotros un entendimiento claro de la gravedad del pecado.
 Nuestros pecados, nuestras maldades, nuestros delitos no son un pecadito, son un puño desafiante en la cara de Dios mismo.
 Qué diríamos si preguntara ¿cual fue el origen del pecado? ¿o dónde se originó?
 Vayamos rápidamente a Isaías 14: 12 – 17
 Observen bien esta descripción de Satanás y de su proceder.
 Este es el origen del pecado. Satanás, no quiso someterse a Dios, que es la autoridad legítima. ¿Qué pecados podríamos nombrar ante esta actitud de Satanás?
 1. Rebelión

2. Codicia / envidia
3. Orgullo

 Quería ser como Dios, y al querer ser como Dios, estaba rechazando a Dios como su Dios. Estaba menospreciando a su creador, sencillamente estaba diciendo, yo puedo sin Dios, es más,yo puedo ser como Dios.
 Yo creo que la envidia de Satanás se aumentó cuando no solo fracasó en el intento de montarle la competencia a Dios, sino que también sufrió las consecuencias del castigo de Dios mismo. Esto debió acrecentar el odio hacia Dios y ese odio se hace evidente en su siguiente entrada en escena. ¿Que es cuál?
 En el jardín del Edén. Abramos nuestras Biblias en Génesis 3: 1 – 6.
 ¿Qué coincidencia encontramos en comparación con lo que ya había hecho Satanás antes?
 Por su experiencia no tuvo necesidad de inventarse nada nuevo. Lo único que debía hacer era seducir, hacer pensar, poner en la mente de Eva la idea de llegar a ser como Dios. Él ya lo había intentado y había fracasado, pero ya que no había podido realizar sus planes, por lo menos se encargaría de dañarle los planes a Dios, y la mejor manera era arruinar su perfecta creación. Tristemente tuvo éxito, y Romanos 5: 12 dice:
 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
 Este versículo se conecta con el versículo 5 del Salmo 51, no hay ser humano que haya nacido en este planeta (salvo Jesús) que no haya pecado. El pecado hace parte de nuestra naturaleza.
 Visto en términos más simples, la esencia del pecado es el orgullo. Es lo que movió a Satanás a pecar, es lo que movió a Eva a pecar.
 Para mí la definición de pecado, es actuar sin tener en cuenta a Dios.
 Satanás pecó, porque dijo en su corazón, yo puedo sin Dios. Eva pecó, porque dijo en su corazón, yo puedo sin Dios. Pecamos porque en nuestro corazón pensamos que podemos sin Dios.
 Todo pecado es un desafío claro a la voluntad de Dios. O, como lo dice Pablo en Romanos 14: 23, lo que no proviene de fe es pecado.
 Como decía, deseo que veamos el panorama lo más oscuro posible, porque solo así podremos ver con más claridad la grandeza del sacrificio de Cristo.
 Ya se me termina el tiempo, pero quiero aprovechar estos últimos minutos para hablar de la parte buena que hay entorno a la gravedad del pecado.
 Leamos los versículos 15 al 17 del salmo 51.
 Nuestros labios se cierran y no alabamos, nuestro testimonio cesa de se efectivo cuando no hay confesión, cuando no hay arrepentimiento, cuando no hay quebrantamiento en nuestras vidas.
 Cuando cerramos nuestros labios para no reconocer lo que somos, también los cerramos para no proclamar al Salvador que tenemos
 ¿Alguna vez te has preguntado por qué no sientes el deseo de alabar a Dios? Quizás la respuesta está aquí. Probablemente no tienes motivos para alabarlo, porque no estás disfrutando de la libertad que encontramos cuando descargamos nuestro peso sobre él y confiamos en que él ya se ocupó de todo.
 Dice Romanos 3: 23, que todos hemos pecado y estamos destituídos de la gloria de Dios
 ¿Qué significa esto?
 Bueno, si Dios es perfecto y santo, ¿creen ustedes que personas imperfectas, delincuentes como nosotros, pueden entrar libremente a su presencia?
 Claro que no, el pecado nos destituye, nos impide estar delante de un Dios santo.
 Romanos 6: 23 dice que la paga del pecado es la muerte.
 ¿Qué significa esto?
 Esto significa que tenemos un Dios justo. De hecho todos tenemos muy arraigado en nosotros un sentido de justicia. Todos desearíamos que los malvados recibieran lo que merecen sus actos. Eso es un profundo sentido de justicia, bueno, pues en eso coincidimos con Dios.
 Dios también tiene un profundo sentido de justicia. Su ley dice: el que peca, muere.
 Pero, también tenemos un Dios amoroso. ¿Alguna vez han pensado en cómo hace Dios para ser totalmente justo y totalmente amoroso al mismo tiempo?
 La pregunta típica: si Dios existe, o si Dios es amor, ¿por qué hay tanto dolor en el mundo?
 La respuesta es sencilla, de hecho se puede responder con otra pregunta: ¿osea que usted quisiera que Dios fuera injusto?
 ¿Qué quiero decir con esto? Pues que la gente quiere un Dios que sea solo amor, pero no quieren un Dios que sea justo. El pecado, las malas acciones tienen sus consecuencias. El adulterio genera dolor, los divorcios generan dolor. Los asesinatos generan dolor. Entonces qué ¿queremos que el Dios de amor, ame tanto al punto que raye con la injusticia al ser condescendiente con los malos?
 No, así no es. Eso no es amor, porque el amor se muestra también en su justicia. Era mejor que el hombre muriera si pecaba, porque ¿pueden imaginarse vivir para siempre siendo un pecador? Eso sería una vida miserable.
 El amor y la justicia de Dios convergen en la cruz de Cristo. Ahí Dios desahogó toda su ira contra el pecado. Ahí Dios vio satisfecha su exigencia de justicia por la rebelión de toda la humanidad. Y también ahí la humanidad vio todo el amor de Dios desplegado.
 Siendo pecadores, rebeldes, criminales ante Dios, podemos encontrar que Cristo, siendo sin pecado, pudo ponerse en nuestro lugar y pagar el precio que debíamos pagar nosotros. Eso es amor.
 Esa es la dádiva de Dios en Cristo Jesús, eso es lo que dice Pablo en Romanos 5: 8.
 Más Dios muestra su amor para con nosotros…