El domingo pasado dimos inicio a esta corta serie sobre el pecado. Estuvimos viendo el tema a la luz del salmo 51 que es el salmo de confesión de David después de haber sido confrontado por el profeta Natán.
El gozo de la salvación lo perdemos cuando optamos por cubrir el pecado por nuestra cuenta, en lugar de dejar que sea Cristo con su sangre quien lo cubra. ¿Y cómo o cuándo hacemos eso? Cuando actuamos así como David. Cuando preferimos ocultar nuestro pecado, cuando preferimos aparentar que todo está bien en nuestras vidas, cuando es más importante guardar las apariencias y mantener una reputación que dar testimonio del salvador que tenemos. Es verdad, el pecado avergüenza, pero si no avergonzara, entonces no sería pecado. ¿recuerdan cual fue el primer sentimiento que tuvieron Adán y Eva cuando pecaron? Se dieron cuenta que estaban desnudos y de inmediato procuraron cubrirse. Sintieron vergüenza y sintieron la necesidad de cubrirse. Las cosas no han cambiado hoy. Cada vez que pecamos queremos mantener cubierto, oculto, tapado ese pecado. No queremos que nadie se entere.
Esto mismo hizo David, pecó y prefirió cubrir su pecado, cubrir la evidencia. Es lo mismo que solemos ver de vez en cuando, unos novios quedan embarazados, y ahí sí, de un momento a otro, los vemos completamente deseosos de contraer matrimonio, comprometidos y organizando bodas en corto tiempo porque entre más pronto mejor, así se oculta la evidencia lo mejor posible.
Veíamos que él reconoció sus rebeliones, su maldad, su pecado. Y veíamos el significado de fondo que encontramos en estas palabras. Es como si él estuviera diciendo, yo soy un rebelde, soy un pervertido, soy un ofensor. Y eso es lo que somos todos los que somos pecadores, eso y mucho más.
Cuando algo se vuelve común, cuando se escucha una y otra vez, es fácil que pierda significado. Y cuando hablamos del pecado, me temo que fácilmente tendemos a perder de vista su gravedad, porque perdemos de vista su verdadero significado y perdemos de vista ese significado porque, dicho coloquialmente “se ha hecho parte del paisaje”. Es decir, ya nos acostumbramos tanto a esa palabra y lo que puede significar, que dejamos de asombrarnos o alarmarnos ante lo que realmente es.
Cuando decimos la frase “se ha vuelto parte del paisaje” estamos diciendo que nos hemos acostumbrado a algo. Recuerdo hace unos años, en una empresa donde trabajaba recibimos la visita de una directora de esa misma entidad pero en unas islas del caribe. Una tarde después de salir de una reunión mientras la transportaban hacia el hotel, dijo algo que nos dejó asombrados, qué hermosas se ven esas montañas así de nubladas y con la lluvia que está cayendo. ¡¿Cómo?! ¿Entendimos bien lo que estaba diciendo? y sí, en efecto así era. Ella estaba maravillada con la belleza de las montañas nubladas, el cielo opaco y la lluvia de Bogotá. El problema no estaba en ella, el problema éramos nosotros. Estamos tan acostumbrados a la belleza de esos paisajes que en realidad pierden gracia para nosotros. Pero ella seguramente está tan acostumbrada a la belleza del caribe con sol, playa, brisa y mar, que lo que para nosotros es paradisiaco, para ella es algo normal.
Eso es precisamente lo que me alarma en cuanto al pecado en sí en nuestras vidas. No podemos acostumbrarnos, no puede volverse en parte del paisaje. Debemos hacernos conscientes de cuán pecaminoso es el pecado.
Hoy, siguiendo con el plan trazado, quiero abordar el mismo tema pero por contraste, es probable que el domingo pasado algunos hayan salido inconformes, o incómodos con los papelitos en las sillas, o con el mensaje. Y como lo dije, quería incomodar, quería despertar entre nosotros una comprensión renovada de lo que es el pecado.
Como ya lo he mencionado, hoy quiero hablar de la santidad de Dios. Es uno de los atributos que conocemos de Dios y diría que es con el que más familiarizados estamos.
Para esto quiero que veamos varios pasajes que nos pueden ayudar a tener una comprensión más concreta de lo que es la santidad de Dios.
En primer lugar quiero invitarlos a Isaías 6, y vamos a leer los versículos 1 al 3. El autor R.C. Sproul hace una lúcida observación en cuanto a este pasaje: al estudiar los atributos de Dios, podremos encontrar que es justo, poderoso, amoroso, misericordioso etc. Pero lo curioso es que en ninguna parte de la Biblia encontramos que diga que es justo, justo, justo, o poderoso, poderoso, poderoso, o amor, amor, amor, pero sí dice que es santo, santo, santo.
Sin duda este atributo no solo es el que más se destaca sino que reúne a todos los demás.
En otras palabras significa separar o estar separado, apartado, aparte. Es como cuando uno separa algo, o aparta algo para un fin especial. Cuando uno hace eso es porque, independiente de la actividad que esté realizando, ese objeto que separa es algo especial.
Pero no es solo que se separa algo, sino que ese algo que se separa es lo mejor. Al cumpleañero se le separa el mejor pedazo de la torta. A la mamá se le da la mejor silla, etc. Eso es santificar. Pero no solo es lo mejor, sino que es lo único, es algo que no tiene competencia.
En conclusión, cuando la Palabra de Dios dice que Dios es santo, está diciendo que es tan especial que como él no hay otro, que es único.
Éxodo 15: 11 – Este es el canto de adoración de Moisés y el pueblo de Israel al ser liberados asombrosamente al cruzar el Mar Rojo.
Esto me hace recordar algo. Me hace acordar de los primeros tres mandamientos:
Éxodo 20: 2 – 5.
Me encanta cómo en la Palabra de Dios todo se conecta con todo. Hay algo que nos pasa en cuanto a la ley de Dios, y específicamente en cuanto a los 10 mandamientos, y es que tendemos a leerlos desde la perspectiva humana. Como una lista de cosas que debemos o no debemos hacer.
Sin embargo, creo que deberíamos leerlos desde la perspectiva opuesta, pensando en qué nos revelan de Dios. Cuando uno lee algo, ya sea un artículo en el periódico, un blog en internet o una novela, de una u otra forma alcanza a darse cuenta cómo es la persona que escribe lo que uno está leyendo. Alcanzamos a hacernos una imagen de esa persona. Pues bien, lo mismo sucede con la palabra de Dios, y específicamente con los mandamientos. Ellos son un reflejo de cómo es Dios, nos hablan con mucha claridad de cómo es él.
¿Qué normas hay en tu casa? Las normas hablan de cómo son las personas que las trazan.
Si llegas a una casa y te piden que antes de entrar te quites los zapatos, ¿eso qué te hace pensar? Bueno, estas personas tienen costumbres orientales, o les gusta cuidar la alfombra, o saben que los zapatos tienen mucha suciedad y que es saludable no pisar por toda la casa con ellos. Sea como sea, esa norma refleja algo de cómo son las personas que viven en esa casa.
Bueno, si volvemos al punto de la santidad, recordando que es ser apartado, ser único, y si miramos los primeros tres mandamientos, sin duda empezamos a darnos cuenta de la perfección de Dios. Si él dice todo esto que acabamos de leer, lo dice porque es santo, y ¿qué más dice que es? Es un Dios fuerte, celoso.
Ese Dios único, separado, apartado, que no hay nadie otro como él, no puede aceptar que a nosotros se nos ocurra la maravillosa idea de adorar algo que no sea él. ¿Por qué? porque cualquier otra cosa que no sea él, no es dios y si algo no es dios, entonces no merece ser adorado. ¿Qué dice Isaías 42: 8?
Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.
Esto me hace estremecer. Porque también me hace ver que él es un Dios justo. ¿Por qué? Es sencillo.
Pongámoslo en estos términos: Yo me llamo Eduardo Nieto Horta, y estoy identificado con la cc. xxx. Si el día de mañana por alguna razón extraña saliera en el periódico un anuncio otorgando el premio mayor de baloto a Eduardo Nieto Horta, identificado con la cc. xxx. Eso querría decir que solo hay una persona que puede recibir ese premio. Ahora, si llega alguien y dice, yo me llamo Alejandro Mendieta, y estoy identificado con la cc yyy. Y le entregan el premio, ¿tendría eso alguna lógica? ¡No!, de hecho ¿qué es lo que podemos decir? ¡No es justo! ¿Por qué? porque ese premio era sólo para una persona. Sólo había una persona que podía recibir ese premio. Bueno, puesto en las proporciones correctas. Así es Dios, Él es Dios, es el único Dios, no hay otro Dios, y siendo un Dios justo, no pude permitir que nosotros nos salgamos con la nuestra pensando que podemos adorar cualquier otra cosa menos al único Dios real y vivo. Él es justo y si él es el Dios vivo, y si él merece toda la adoración, entonces en su justicia hará que eso se cumpla.
Así que es santo, por ser santo es único, por se único no hay otro como él, y por esto, cualquier adoración que rindamos a otra persona u objeto, se constituye en una injusticia, que, en términos judiciales, es tipificada como idolatría.
Es injusto adorar a otros dioses, y esto Dios lo llama idolatría. Lo cual, para términos prácticos, es pecado.
¿Saben? Podemos tener varios dioses, pero la realidad es que en nuestro corazón solo hay un pedestal. Así que en ese pedestal podemos poner al Dios Santo, o podemos poner cualquier otra cosa, pero jamás podremos servir a más de un dios.
Ahora ¿qué tanta importancia le da Dios a su santidad?
En cierto sentido esta es una situación realtivamente conocida. Está Moisés guiando al pueblo de Israel por el desierto, surge un problema y de inmediato el pueblo empieza a quejarse contra Moisés. Moisés, siendo un hombre manso optó por acudir a Dios, quien le dio instrucciones muy claras.
¿Cuál fue la instrucción?
Habla a la roca.
¿Recuerdas la definición que vimos el domingo pasado sobre le pecado? El pecado es actuar sin tener a Dios en cuenta. Es actuar haciendo las cosas a nuestra manera y no a la manera de Dios. Y eso es precisamente lo que hizo Moisés.
Y como siempre, todo pecado tiene consecuencias, y esta no fue la excepción. ¿Qué les dijo Dios a Moisés y a Aarón en el versículo 12?
Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.
Fíjense bien en todo lo que podemos aprender de solo este pasaje:
En primer lugar, Dios dio una instrucción clara que Moisés y Aarón debían atender, si no la atendían estaban en desobediencia, en rebeldía, estaban pecando, ¿y qué pasó? En efecto, pasaron por alto la instrucción, pecaron, actuaron según sus criterios y no obedecieron a Dios.
¿Cómo llamaríamos a alguien que no se somete a las reglas? Rebelde, ¿Cierto? Bueno, pues esto estaban haciendo ellos, estaban siendo rebeldes. Pero ahí no para. ¿Cómo definiríamos a un idólatra? Yo diría que es alguien que prefiere honrar a otra persona o cosa antes que al Dios verdadero ¿correcto? bueno, pues considero que lo que ellos hicieron fue idolatría.
¿Si ven lo complicada que se pone la situación?
Pero todavía no para aquí la cosa, ¿cómo le diríamos a una persona que se queda con la honra de otra persona? Ladrón, ¿Cierto? Bueno, el reclamo que Dios les está haciendo a ellos es que se quedaron con la honra de Dios al no santificarlo delante del pueblo. ¿Saben? Si hay algo que me impresiona es ver cómo el pecado no tiende a ser uno solo sino muchos al mismo tiempo, por no decir todos.
Si hay algo de lo que debemos estar seguros es que nunca cometemos un solo pecado. Lo que a nuestra mente humana podríamos denominar como un solo pecado, ese “solo” pecado está conectado a una cadena interminable de pecados y contaminación.
Es lo que vemos en Moisés y Aarón. Dios les reclama su incredulidad, no les dice que le desobedecieron al no hablarle a la roca, les dice que no le creyeron. Si le hubieran creído, habrían obedecido, si hubieran obedecido, habrían Santificado a Dios, le habrían dado honra, Dios se habría glorificado en medio de ese pueblo.
Qué pasaje tan rico en lecciones.
No nos quedemos mirando lo terrible que se portaron Moisés y Aarón. En este punto tenemos que sacar el espejo y mirarnos nosotros mismos.
¿Sabes? Pecas cuando no obedeces, y no obedeces cuando no crees, y cuando no crees pones en duda lo que Dios dice, y cuando pones en duda lo que Dios dice, le robas la gloria que él se merece.
Dios se glorifica, se santifica en nuestra obediencia. Recuerden lo que hablaba del significado de santo. Apartado, puesto aparte, puro. Cuando hablamos de santificarlo, estamos poniéndonos de acuerdo con lo que él dice de sí mismo en su palabra, estamos diciendo tú eres único, no hay otro como tú. Así que cuando le obedecemos hacemos exactamente lo mismo.
Nuestra obediencia a Dios lo santifica porque al hacerlo, reconocemos quién es él. Obedecemos cuando creemos, creemos cuando no dudamos de lo que Dios dice, y cuando no dudamos de su palabra, lo glorificamos, lo santificamos. Estamos dándole el reconocimiento que le corresponde.
¿Dónde habita el Alto y Sublime? En la eternidad, en la altura, en la santidad, pero por favor no pasemos por alto esta última parte:
y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.
Proverbios 28: 13 dice:
El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.