Isaías 57: 15
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.
Después de haber hablado del pecado, y de la santidad de Dios frente a la gravedad del pecado, hoy quiero hablar del quebrantamiento ante el pecado. El domingo pasado, hacia el final de la enseñanza estuvimos viendo este versículo que acabo de leer, y hablaba de lo asombroso que es el Dios que tenemos, que siendo santo, santo, santo, y habitando en la eternidad, en la altura y la santidad, también habita con el quebrantado y humilde de espíritu.
Y eso es precisamente de lo que hoy quiero hablar. Si Dios mismo dice que habita con el quebrantado y humilde de espíritu, creo que lo menos que deberíamos hacer es procurar entender qué significa eso, y dejar que Dios, por medio de su Espíritu, nos lleve a tener vidas, corazones y carácteres quebrantados y humildes. En mi opinión es trascendental que tanto quienes ya hemos tomado una decisión por Cristo, como quienes no lo han hecho, comprendamos con total claridad las implicaciones de vivir vidas quebrantadas.
Y quiero volver a mencionar algo que he mencionado en los dos domingos anteriores. En ambas ocasiones he hablado sobre el avivamiento. He mencionado brevemente que los avivamientos de la iglesia a lo largo de la historia se han caracterizado porque han sido precedidos por un tiempo de humillación y oración delante del Señor. Si preguntara ¿quién quiere que Dios se avive en su vida? ¿O quién quiere ver que Dios aviva a su familia, o a su iglesia? Sin duda creo que todos diríamos que sí. Ya fuera porque esa es la respuesta esperada, o porque realmente estamos deseosos de ver a Dios moverse entre nosotros.
Pues bien, en este mismo versículo podemos encontrar la clave para el avivamiento. Dios hace vivir, o aviva el espíritu de los humildes, el corazón de los quebrantados. ¿Quieres ver a Dios obrar en tu vida? ¿Quieres que Dios se avive en ti, en tu familia, en tu iglesia? Bueno, empieza por humillarte tú. Dios no obra en corazones soberbios, Dios no obra en aquellos que creen que no necesitan ayuda. Dios no obra donde no es bienvenido. Dice 2 de Crónicas 16: 9a
Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él.
Dios se revela a quienes tienen un corazón perfecto para con él. Quise mirar la palabra en hebreo que se usó para expresar perfecto en español, y es la palabra shâlêm (shaw-lame) que quiere decir completo, especialmente amigable, íntegro, justo, listo, apacible.
Si se me permite parafresear este versículo yo diría que Dios está registrando toda la tierra en busca de quienes tienen un corazón sensible para con él, a fin de revelarles su poder.
¿Alcanzamos a comprender esto? No sé qué tan dispuesto viniste hoy a escuchar la palabra. No sé qué pueda estar pasando en tu vida. Ni siquiera qué puede estar pasando por tu mente en este momento. Pero tengo un profundo deseo por que Dios hable a tu vida hoy. No sé si has escuchado toda esta serie. No sé ni siquiera si te interesa o no. Pero sí sé que cada uno de los que estamos aquí presentes tenemos una profunda necesidad de ver a Dios obrando en nuestras vidas.
Yo me paro aquí con temor. Después de haber visto la inmensidad de la santidad de Dios, me da temor abrir su palabra, especialmente me da temor entenderla mal, enseñarla mal. Porque soy un hombre viciado con mis preconcepciones, contaminado con mis deseos y mi orgullo. Y por eso antes de que me escuchen a mi quiero animarlos a que todos juntos escuchemos a Dios y lo que nos está diciendo en esta hora. Volvamos a leer este versículo ¿Qué dice? ¿Quién quiere ver el poder de Dios obrando a su favor? ¿Quién?
Bueno, si quieres ver el poder de Dios obrando a tu favor, es hora de ablandar tu corazón, de ser sensible a él. Es hora de quebrantarte.
Déjenme explicarles qué es quebrantar o quebrantamiento.
Al buscar en el diccionario, encontré una buena cantidad de definiciones, pero elegí las que a mi parecer se ajustan más a lo que quiero transmitir:
1. Romper, separar con violencia.
2. Cascar o hender algo; ponerlo en estado de que se rompa más fácilmente.
3. Machacar o reducir una cosa sólida a fragmentos relativamente pequeños, pero sin triturarla.
7. Disminuir las fuerzas o el brío; suavizar o templar el exceso de algo.
9. Méx. Empezar a domar un potro.
Reuniendo todas estas definiciones y aplicándolas al quebrantamiento ante Dios, yo lo definiría de esta forma:
Quebrantamiento es romper mi yo, morir a mí, para que Dios se avive en mí.
Y aquí quiero aclarar dos cosas:
1. El quebrantamiento no es arrepentimiento (aunque van de la mano)
El diccionario define el arrepentimiento como el pesar de haber hecho algo.
Bueno, en realidad me parece que esa definición se queda corta, en especial cuando hablamos de arrepentimiento por nuestros pecados.
Una persona arrepentida es una persona que se quebranta y reconoce lo malo que ha hecho y cambia su proceder. Arrepentirse es lo que uno hace cuando va por un camino errado y tan pronto puede hace un giro en U y cambia de dirección.
2. El quebrantamiento no es remordimiento. ¿Qué es remordimiento?
El diccionario lo define así: Inquietud, pesar interno que queda después de ejecutada una mala acción.
El remordimiento es solo un sentimiento de pesar que se queda ahí y no conlleva a ninguna acción.
Remordimiento es lo que queda cuando uno se ha comido un suculento plato de fritanga. Uno sabe que no es muy bueno, y lo disfruta mientras se lo come. Pero al final entra ese sentimiento de pesadez y no me refiero solo a la pesadez estomacal sino cardíaca, el peso que le queda a uno en el corazón, eso es remordimiento.
El remordimiento solo hace que nos sintamos mal, pero preferimos vivir con él, porque no estamos dispuestos a renunciar a aquello que hacemos mal.
El quebrantamiento, además de hacernos sentir mal, nos hace sentir muy mal. Hace que nos lamentemos y nos lleva a no querer repetir aquello que hacemos mal.
El arrepentimiento es renunciar a nuestros malos caminos. Es cambiar de dirección.
Como verán, el quebrantamiento y el arrepentimiento van de la mano.
Entre las definiciones del diccionario en cuanto al quebrantamiento la que más me gustó fue la última. ¿Han visto ustedes a un potro? ¿Cómo son los potros? Esta semana tuvimos la oportunidad de ver un potrico de unos pocos días de nacido. Ellos no se están quietos, están corriendo por todas partes. Y a medida que van creciendo su fuerza y su brío aumentan. Pero pasa algo con ellos. Si no se los doma de la manera correcta y al tiempo indicado. Toda esa fuerza y ese potencial quedarán desperdiciados e incluso llegarán a ser un peligro.
Un potro que no ha sido domado no se puede montar, no se pude dirigir, no se pude controlar. Por tal razón a muy temprana edad se les empieza a domar. Su domador los acostumbra a su toque, a su presencia. Los enseña a respetar a los humanos, a someterse a ellos. Después de un tiempo se le pone el cabestro para que se acostumbren a tener este elemento puesto en su cabeza y empiecen a entender las indicaciones que se les dan por medio de la rienda. Pero esta parte no es fácil. A ellos no les gusta, tampoco les agrada que los lleven de un lado a otro. Así que el entrenador tiene que imponer su voluntad sobre el potro de modo que él se someta a quien lo está dirigiendo. Lo que hace el domador es doblegar, romper, quebrantar la voluntad del potro. El potro debe entender que él no puede hacer lo que quiere, sino que debe hacer lo que le ordenan. Esto es todo un arte, me gustaría conocer más sobre el tema. Pero me encanta lo ilustrativo que resulta. En especial cuando Dios mismo se vale de esta figura en su palabra al hablar de nosotros.
¿Qué dice el Salmo 32: 9?
Pero veamos también estos otros dos pasajes
Éxodo 3: 29 y Hechos 7: 51
¿Saben qué es ser duro de cerviz?
Duro de cerviz es ser duro del cuello. Es alguien que no cede, alguien obstinado. (Recuerden lo que le dijo Samuel a Saúl: como ídolos e idolatría es la obstinación). Es como cuando uno quiere llevar a una cabra con un lazo, pero ella sencillamente no se quiere mover. Eso es ser duro de cerviz.
Y creo que así es el corazón del hombre. Como un potro que no se quiere dejar domar. Que quiere hacer lo que bien le parece y que no se deja llevar por su amo. Duro de cerviz.
¿Recuerdan la definición que he dado del pecado? Pecar es actuar sin tener en cuenta a Dios. Y eso es precisamente lo que sucede con un potro que no ha sido domado. Quiere actuar según su voluntad, sin tener en cuenta a su domador. Y de la misma manera como un entrenador debe quebrantar la voluntad de un animal, Dios también se encarga de doblegar nuestro carácter. El problema es que muchas veces nosotros no somos fáciles de entrenar, así que mientras más nos opongamos, más duros serán los métodos de Dios, y el mismo salmo 32 en el versículo 8 nos deja muy en claro todo esto. ¿Qué dice?
Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.
Alcanzo a imaginarme un domador. El domador de caballos tiene muy claro lo que quiere hacer, y se encarga de hacer que el potro entienda, se encarga de enseñarle lo que él quiere que haga. Dios también, de una u otra forma se encargará de llevarnos a entender y a aprender el camino que debemos seguir.
En mi opinión, el quebrantamiento necesitamos entenderlo desde dos ángulos. Uno es el quebrantamiento que Dios provoca en nuestras vidas y el otro es el quebrantamiento que surge en el corazón y conduce al arrepentimiento.
El quebrantamiento que Dios provoca en nuestras vidas
Miremos el primer ángulo: El quebrantamiento que Dios provoca en nuestras vidas. Pero no perdamos de vista el concepto del entrenador de caballos.
Como ya lo mencioné, pecar es actuar sin tener en cuenta a Dios, o dicho de otra manera es seguir nuestros deseos, no los de Dios. Lo que Dios hace con nosotros es tratar nuestro yo. En nosotros hay un deseo de vivir independientes de Dios. Y Dios se encarga de quebrar esa voluntad.
Pensando en esto yo me preguntaba, ¿por qué Dios querría doblegar el carácter de alguien? ¿Acaso no habita con los humildes? ¿Acaso no muestra su poder a favor de quienes tienen un corazón perfecto para con él?
¿Por qué querría Dios quebrantar a alguien que de por sí ya tiene un corazón sensible para con él? Respuesta: Porque Cristo se hace más evidente en nuestras vidas en la medida en que nuestro yo pierde importancia. Su poder a favor de quienes tienen un corazón perfecto para con él se hace más claro y evidente en la medida en que nuestra voluntad pierde protagonismo y cede terreno a su carácter en nosotros.
Escoge a cualquier personaje de la Biblia y encontrarás que ninguno de ellos vivió la vida ideal que el hombre ha soñado vivir. Sin problemas sin dificultades, sin enfermedades. Charles Swindoll dice que Dios tiene una universidad secreta que solo tiene una carrera, de la cual pocos logran graduarse. Él la llama “La Escuela del Quebrantamiento”.
Y creo que así es. Todo aquel que quiera seguir a Cristo, que quiera vivir una vida que agrade a Dios, se matricula en esa universidad. En esa universidad no hay recesos ni vacaciones. De hecho el plan curricular es para toda la vida.
Y si tú estas en esa universidad, cada vez que abres la Biblia es como si estuvieras revisando el archivo de anuarios. Puedes mirar a Daniel, por ejemplo. Un hombre sabio, entregado a Dios, apasionado por servirlo. Pero a muy corta edad fue llevado cautivo, sacado de su tierra, alejado de su familia. Teniendo un corazón sensible para con Dios, tuvo que padecer persecusión, afrontar enemigos, e incluso ser condenado a ser echado en el foso de los leones. ¿Una vida fácil? No. Quizás hubo tiempos mejores que otros, pero los tiempos difíciles fueron los que forjaron la fe de este hombre.
Pienso en José. Un joven apuesto. Siendo adolescente sus hermanos lo vendieron como esclavo. ¿Pueden imaginarse eso? Dice la palabra que él les suplicaba que no lo hicieran. Imagínenese la angustia de un joven adolescente ante la maldad tan severa de sus hermanos. Esto debió dar pie para que José tuviera un corazón amargado. Pero no fue así. Su corazón era sensible a Dios. No solo fue vendido, ya había sido víctima de bullying por parte de sus hermanos. Se burlaban de él. Fuera de eso la mujer de Potifar lo acusó falsamente y esto le costó un encarcelamiento injusto e indefinido. Pero, nuevamente, estoy seguro que los tiempos difíciles fueron los que forjaron la fe de este hombre.
Y podemos seguir con la lista. ¿Qué tal Pablo? ¿Qué tal Pedro? ¿Qué tal David? Piénsalo. No hay personaje en la Biblia cuyo corazón haya sido perfecto o sensible para con Dios, que no haya quedado automáticamente matriculado en la universidad del quebrantamiento de Dios.
2 Timoteo 3:12 dice:
Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución
Dios se encarga de doblegar nuestro carácter.
Yo mismo lo he vivido. Yo mismo he sentido la mano de Dios humillándome tiernamente, doblegándome, quebrando mi carácter. Siempre queremos que todo funcione a la perfección. Perlo cuando algo sale mal nos molestamos. No nos gusta. Y casi siempre la tendencia es a perder la oportunidad de crecer en fe porque fijamos nuestra mirada en lo que queremos, y no en lo que Dios quiere. Como potros, queremos hacer nuestra voluntad y no nos humillamos ante nuestro amo.
¿Quieres ver el poder de Dios obrando a tu favor? Si es así, es hora de rendir tu voluntad y hacer lo que él quiere que hagas. Es hora de matricularte en la universidad del quebrantamiento. Hay becas para todos.
El quebrantamiento que surge en el corazón y conduce al arrepentimiento
Este es el otro ángulo. En la Palabra de Dios hay muchos pasajes que nos pueden ayudar a entender esto. Está el del hijo pródigo. Él llegó a un punto tal que su voluntad se quebrantó, reconoció lo que había hecho y fue a su padre y sin dudarlo se humilló ante él. Reconoció su pecado y no lo dudó ni un momento.
También está la historia de David, como lo estuvimos viendo en la primera parte de esta serie.
O también la historia de Saúl, pero no precisamente por su quebrantamiento, sino por su obstinación.
Pero, como ya lo he expresado, tengo un profundo deseo porque Dios se avive entre nosotros y hay un excelente pasaje que nos puede ayudar a ilustrar precisamente esto. Estoy hablando de Nehemías capítulo 9.
Ahora, este es un capítulo largo, tiene 38 versículos y quiero leerlo todo. Más o menos puedo tardarme unos 7 minutos. Pero antes de hacerlo quiero decirles algo. Prefiero leer la palabra de Dios delante de ustedes por 7 o 10 minutos antes que dedicar ese tiempo a tratar de explicarla en mis propias palabras. O como diría el pastor Miguel Nuñes, creo que lo que Dios tiene para decir en su palabra es mucho más importante que lo que yo tengo que decir.
Eso en primer lugar. En segundo lugar, salvo algunas contadas excepciones, les voy a pedir que me sigan en esta lectura estando de pie. La razón ustedes mismos la entenderán conforme vayamos leyendo.
Sé que a algunos no les gusta esta idea. Y pueden creer que tienen razones justificables para cuestionar mi sugerencia. Pero déjenme recordarles lo que veíamos el domingo pasado. Estamos ante un Dios santo y la correcta perspectiva de Dios debe llevarnos a tener una correcta perspectiva de lo que somos nosotros y debe generar en nosotros conciencia de pecado.
Si te cansas, puedes sentarte, nadie está obligado a hacerlo, pero quiero que como congregación tengamos una perspectiva correcta del Dios que adoramos.
Lee Nehemías 9.
Pueden sentarse. ¿Alcanzan a imaginarse esta escena? Al parecer todo el pueblo durante aproximadamente tres horas estuvo de pie y ¿qué hicieron durante ese tiempo? Dos cosas, confesaron sus pecados y leyeron la ley de Dios. Recordaron todo lo que Dios había hecho por ellos y reconocieron que no habían sido fieles a él. Una y otra vez se había alejado de Dios y ahora vivían las consecuencias de su pecado. Estaban cautivos en su propia tierra. Creo que es claro que este pueblo estaba quebrantado y no dudaron en acudir delante de Dios y confesar sus pecados, y no solo los suyos, sino también los de sus antepasados.
Esto bien puede ser un espejo de nosotros mismos. Podemos pararnos a dar testimonio de cuántas bendiciones y cuanto cuidado ha tenido Dios para con nosotros. Y al mismo tiempo reconocer de cuán alejados hemos vivido de él y de sus caminos.
Y ahora, les pido que leamos otros 11 versículos. los versículos 28 al 37 del siguiente capítulo. Nehemías 10
Este pueblo se quebrantó, confesó y se arrepintió. Hicieron compromisos para someterse a la ley de Dios.
Pero nada de esto va a pasar, ningún compromiso que hagamos surtirá efecto, mientras no nos humillemos, mientras no quebrantemos nuestra voluntad, mientras no reconozcamos nuestras maldades delante de Dios.
Efesios 2: 10 dice:
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Dios nos ha hecho con un propósito, y así como un domador de caballos al momento de domar un caballo tiene en mente un objetivo. Si ese caballo va a ser de carga, de carreras, de salto, de paso fino, etc. Dios también tiene un objetivo claro en mente y se encargará de cumplirlo en nuestras vidas.
Encuentro desafiante para mi vida lo que Dios dice en cuanto a esto y menciono solo algunos versículos:
Salmo 51:17
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, el corazón contrito y humillado no despreciarás tú oh Dios.
Salmo 34:18
Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.
Isaías 57:15
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.
Isaías 66:2
Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.
Salmo 147:3
El sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas.
No seamos como el caballo o como el mulo, sin entendimiento. Podemos seguir con el simple remordimiento en nuestros corazones, o podemos quebrantarnos y arrepentirnos como lo hizo el pueblo de Israel en el pasaje que acabamos de leer en Nehemías.
En una serie de tres enseñanzas diría que solo tengo tres flechas para disparar. Y si ninguna de las dos anteriores ha dado en el banco de tu corazón. Anhelo que al menos esta última que estoy disparando hoy sí llegue.
Me temo que fácilmente nos hemos deslizado hacia un cristianismo fácil. En el que prácticamente nos basta con saber que somos salvos y vamos para el cielo. Preferimos la comodidad, preferimos mantenernos en la barrera. Preferimos procurar que nuestro paso por este mundo tenga la menor cantidad de molestias.
Quiero que en estos minutos que me quedan cada uno piense en qué tipo de cristianismo está viviendo. Alguien dijo en una ocasión: piensa si aquello por lo que estás viviendo es digno de la muerte de Cristo.
Sé que cada uno de nosotros tiene un área en su vida que no ha rendido totalmente a Dios.
Sé que muchos luchamos con el orgullo, queremos mantener una fachada de piedad y nos preocupa que otros nos vean tal como somos. A veces en casa cuando grito a mis hijas, o cuando le respondo mal a mi esposa, pienso: ¿qué pensarían mis hermanos si me vieran en estas?
Hay quienes luchan con su lengua, con el chisme. Hay quienes luchan con hábitos pecaminosos. Hay quienes están entregados a sus pasiones. Hay quienes tienen cualquier cosa como prioridad en sus vidas antes que a Dios, ya sea el trabajo, ya sea el estudio, el dinero, incluso la familia. Hay quienes tienen serios problemas con las apuestas, con el juego, o con el trago, y ni qué decir del sexo, el adulterio o la pornografía. También hay quienes tienen amargura en su corazón, hay quienes luchan con la hipocresía, con la mentira o también con el robo. Ninguno de los que estamos en este salón nos escapamos. Como solemos decir con mi esposa. Todos tenemos nuestro rayón en el disco. Y nos engañamos cuando venimos aquí creyendo que los demás están bien menos nosotros, o tratando de mostrar una apariencia de piedad para ocultar lo que pasa en nuestro interior.
Por favor, no nos engañemos más. Empecé diciendo que seguramente todos queremos que Dios se avive en nosotros. Pues bien, el momento es aquí y ahora.
Si dices que tienes un compromiso con Dios, sin duda hay un área en tu vida que Dios está señalando constantemente. Hay algo en ti que no es consistente con ser un seguidor de Cristo. Y en cuanto a eso tienes dos opciones: quebrantarte y correr a los brazos de Dios en arrepentimiento, o esperar a caer en sus manos y que sea él quien te quebrante.
El quebrantamiento es necesario, porque sólo cuando entendemos y reconocemos nuestra condición de incapacidad, sólo ahí, cuando soltamos los brazos, cuando nos damos por vencidos y nos abandonamos en los brazos de Dios, es que damos via libre para que él muestre su poder en favor de nosotros.
Si hay un versículo que me encanta y que expresa con total claridad esto es 2 de Corintios 12: 9
Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Su poder se perfecciona, se evidencia se hace más claro en nuestra debilidad, en nuestra humillación, en nuestro quebrantamiento.
La transformación en nuestras vidas se evidencia en la obediencia. Si hay algo en lo que Dios te esta inquietando, es hora de actuar. Si no estamos siendo sensibles a la palabra, los demás no lo van a ser.
Padres, varones, si queremos familias consagradas a Dios, nuestras esposas y nuestros hijos deben ver en nosotros hombres consagrados a Dios. Deben ver vidas quebrantadas, deben ver vidas transformadas. Deben ver que estamos comprometidos con obedecer a Dios sin importar cuál sea el precio. ¿Pueden tus hijos dar fe de que han visto a un hombre transformado? ¿Ha visto tu familia un cambio?
Madres, si quieren hijos e hijas consagrados a Dios, que ellos vean mujeres transformadas. Que esa transformación se haga evidente en su obediencia y sumisión a la palabra de Dios.
Jóvenes, no esperen obtener mejores resultados haciendo siempre lo mismo. No esperen vivir vidas apasionadas por Cristo si ahora mismo no están siendo sensibles a su palabra. No esperen buenos matrimonios, mi familias piadosas, si están jugando con el pecado.
Mientras nuestras preferencias estén en otras cosas, mientras prefiramos el dinero, el estatus, la imagen, el enamoramiento. Mientras nos interese más aparentar. Simplemente estaremos imponiendo nuestra voluntad y eso es obstinación. Pero Dios habita es con los quebrantados y humildes de corazón.
No nos engañemos. Sólo podemos ser restaurados y transformados si nos rendimos a Cristo. Y ese rendirnos requiere quebrantamiento, tal como dice Lucas 9: 23
Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
Somos como el huevo. No se puede usar si mo se rompe. Dios no nos puede usar mientras no haya quebrantamiento en nosottos.
Sin Cristo no hay vida cristiana. Hoy es el día, este es el momento para presentarnos delante de Dios, tal como somos, confesarle nuestros pecados y pedirle que nos transforme.
Parafraseando Proverbios 28: 13 me atrevo a decir que la iglesia que encubre sus pecados no prosperará, mas la que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Reconoce tu pecado. Pero el tuyo. No te quedes criticando, o esperando que otros lo hagan. No pienses que tal o tal persona debería hacerlo.
Voy a pedir que ahí donde estás inclines tu cabeza, cierres tus ojos y en oración vayas delante de Dios y te pongas a cuentas con él.
Si el Espíritu te mueve a hacer una confesión pública bien puedes hacerlo, no tienes que dar detalles. Si al final quieres hablar conmigo o con otra persona que te pueda ayudar, por favor hazlo. Pero si queremos que Dios se avive entre nosotros, debemos comenzar por humillarnos delante de él.