4048181798Mateo 13:24

Terminamos hoy la serie que he titulado ¿Fan o Discípulo? Y sigo expresando mi deseo de que entre nosotros como congregación haya un despertar, un avivamiento hacia una relación más íntima y estrecha con Dios, así como una vida de obediencia en el Señor.
Para empezar hoy, quiero que juntos vayamos al libro de Mateo, capítulo 13, y vamos a leer un pasaje un poco extenso y sin duda abundante en instrucción para nosotros. Leamos los versículos 24 al 51.
Inicialmente, y teniendo el cuenta el tema de esta serie de enseñanzas, pensé que sería bueno centrarme únicamente en la parábola del trigo y la cizaña, pero me atrajo todo el contexto en torno a esta misma  parábola y encuentro útil poder entenderlas todas dentro de un mismo contexto, en mi opinión considero muy convenientemente conectada una cosa con la otra en estos versículos, y es por eso que quise abordarlo todo en una misma enseñanza.
Después de haber visto historias como la de Judas y Simón el mago, de las cuales aprendimos cómo puede ser el corazón de un hipócrita o de un falso convertido , así como la parábola de los dos cimientos, donde aprendimos la importancia de ser verdaderos seguidores de Cristo, los cuales se diferencian por ser oidores y hacedores, y no solamente oidores, hoy llegamos a este pasaje que nos da un panorama más allá de los límites de la iglesia, y nos revela el panorama del mundo en general.
Una gran ventaja que encuentro con la primera parábola de las que aparecen en estos versículos, la parábola del trigo y la cizaña es que Jesús mismo dio la explicación de la misma. No tenemos que quemar muchas neuronas tratando de entenderla porque está claramente explicada entre los versículos 36 y 43. Sin embargo devolvámonos al relato inicial en los versículos 24 al 30 para poder dar un repaso y entenderla más a fondo.
Para empezar, siempre es conveniente entender el contexto en el que Jesús relató las parábolas. Si miramos los versículos anteriores del capítulo 13 de Mateo encontraremos otra parábola y su explicación. Es la parábola del sembrador. Esta es una parábola también muy conocida. Y justo después de esa es que encontramos la del trigo y la cizaña.
Les invito a que observemos bien un elemento que aparece en todas las parábolas que hay relatadas en todo este pasaje, entre los versículos 24 y 51. Si bien podrían parecer parábolas aisladas, sin duda hay algo que las une a todas bajo un mismo concepto si así queremos decirlo. Al leerlas encuentro una intención de fondo de parte de Jesús, y es la de dar a entender un aspecto del reino de los cielos. Todas estas parábolas comienzan de la misma manera: El reino de los cielos es semejante a…
Esto lo encuentro muy interesante. Pienso en los discípulos de Jesús, pienso en que probablemente tenían deseos de conocer cada vez más acerca de cómo podría ser el reino de Jesús. No sé en qué grado de comprensión podrían estar todos. Quizás unos ya entendían que Jesús hablaba de un reino fuera de este mundo, o quizás otros pensaban en un reino terrenal. Pero independiente de lo que pudieran pensar, creo que cada vez que ellos escuchaban esas palabras: “el reino de los cielos es semejante a…” eso hacía que prestaran más atención. Al pensarlo bien, creo que yo mismo lo haría. Es como cuando un padre les prometen a sus hijos que los va a llevar a un parque de diversiones en determinada fecha. A medida que se acerca la fecha, la emoción va en aumento. Los niños están más entusiasmados y seguramente quieren conocer más y más detalles de lo que les espera en ese parque. Así que harán preguntas, ¿Papi, y puedo montarme en tal atracción? ¿Papi, allá hay estos juegos? etc. así que cada vez que el padre habre la boca y dice: en el parque al que vamos hay… entonces los niños se emocionan y se disponen a prestar más atención. Y así es como me imagino a los discípulos. Atentos a escuchar lo que Jesús tuviera para decirles acerca del reino de los cielos.
La primera parábola en esta serie es la del trigo y la cizaña. Y como ya lo dije anteriormente, ofrece la gran ventaja de haber sido explicada por Jesús mismo. Nos habla de un agricultor que habiendo sembrado sus campos con buena semilla, sufrió el agravio de un enemigo que contaminó su buen cultivo con semillas de cizaña. Cuando se hizo evidente el problema, los siervos de este agricultor le sugirieron arrancar la cizaña, a lo cual el jefe les dijo que no, ya que al hacerlo seguramente arrancarían también el trigo.
En este punto creo que es bueno que entendamos cómo son estas dos plantas. Seguramente la mayoría de nosotros sabemos cómo es una planta de trigo. El trigo es un cereal cuyo fruto se da en espiga. En realidad el trigo crece como un pasto. Es una planta de corta vida. Crece se reproduce una vez y muere. Pues bien, el trigo desde la antigüedad hasta el día de hoy ha echo parte transcendental del sustento de la humanidad. Siempre se ha cultivado y es un elemento muy importante para la comida más básica que es el pan. El nudo de la historia se presenta cuando se descubre que en los sembrados de trigo también están brotando plantas de cizaña. El asunto aquí es que la cizaña es una planta muy parecida al trigo especialmente en su estado de brote inicial. Es muy difícil diferenciar estas dos plantas una vez han brotado de la tierra. Así que estos siervos vienen a su amo y le comentan la situación: ¡El campo está lleno de cizaña!
Esto no era una mala noticia, era una noticia muy mala. Terrible.  Este hombre, su familia y sus trabajadores dependían del sustento que pudieran obtener de las cosechas. Como las cosechas tienen su ciclo, tienen su tiempo, especialmente en las latitudes donde hay estaciones, (nosotros tenemos el privilegio de vivir sobre la línea del Ecuador, lo cual hace que no tengamos marcados ciclos estacionales como sí los hay hacia los extremos sur y norte del planeta. Eso favorece que casi todo el año se pueda cultivar la tierra). Sin embargo en las zonas donde hay estaciones esto es muy diferente. Las estaciones determinan qué se puede sembrar y cuándo se puede cosechar. En el caso del trigo, es una planta tan versátil que se puede sembrar en ciclos que van del otoño al verano o de la primavera al otoño. Sin embargo, uno de los factores que hay que tener en cuenta, es en qué momento se planea cosechar. Un agricultor buscará cosechar su fruto en una época en la que haya suficiente demanda como para poder venderlo. Entonces, al sembrar, los agricultores tenían que tener en cuenta el tiempo de crecimiento y maduración de las plantas, para poder asegurar un proceso exitoso. Entonces, encontrar cizaña entre el cultivo representaba un grave daño. Si optaba por arrancarla, también arrancarían el trigo, puesto que las raíces de las dos plantas seguramente estarían enredadas entre sí. Si optaba por perder las plantas ya sembradas, eso equivaldría a comenzar de nuevo y seguramente el ciclo no sería el adecuado, estaría cosechando en la época equivocada y le sería difícil comerciar el fruto.
Este agricultor había sido víctima de la acción criminal de un enemigo, y digo criminal porque aún dentro de las leyes romanas esto era constituido un delito. Por lo visto era algo común, quizás una modalidad de venganza muy usada en la época. La cizaña no solo era difícil de diferenciar del trigo en su estado de brote, sino que también le quitaba nutrientes, así que hacía más difícil el desarrollo del trigo.  Sin embargo la decisión del amo revela la experiencia del mismo. Por lo visto ya lo había vivido, o conocía muy bien su labor, al punto que sabía lo que sucedería si sus siervos intentaban arrancar la cizaña. Esa situación no podía ser más que obra de un enemigo, y este hombre les explica a sus siervos la razón de la cizaña entre el trigo, así como el plan a seguir.
Ahora, habiendo leído la explicación, podemos entender de qué habla Jesús en esta parábola.Tengamos en cuenta lo que ya vimos que tienen en común estas parábolas. Así que lo que sea que aprendamos de cada una de estas parábolas, debe ser claro que es nos describe en algo cómo es el reino de los cielos. Así que miremos la explicación, está en los versículos 36 al 43.En los primeros versículos de este capítulo, Jesús habla de la parábola del sembrador, y antes de explicarla, sus discípulos le preguntaron por qué enseñaba por parábolas, y miremos su respuesta en los versículos 10 al 17.Jesús usaba las parábolas a manera de acertijos. Eran para quienes las podían entender, y los demás, solo las escuchaban, pero no lograban entender el significado de fondo. Lo que Jesús les dice a sus discípulos resulta muy interesante para mí porque les dice que a ellos les ha sido dado saber los misterios del reino de los cielos. Definitivamente es un gran honor y privilegio poder entender los misterios del reino de los cielos. Supongo que por esto una vez más los discípulos se acercaron a preguntarle el significado de la parábola.Y Jesús les dio la explicación:
El agricultor es Jesús mismo.
El campo es el mundo. Y eso es muy importante entenderlo. El campo no es la iglesia sino el mundo
La buena semilla son los hijos del reino
La cizaña son los hijos del malo
El enemigo que la sembró es el diablo
La siega o la cosecha es el fin del siglo
Los segadores son los ángeles.
Entonces, extendiéndome un poco más en la explicación de Jesús, el dueño del campo representa a Jesús mismo, el campo representa el reino que le pertenece a Jesús, el cual es la tierra. Si volvemos al principio, a Génesis, encontramos a qué se refiere Jesús con la buena y la mala semilla. El agricultor de la parábola sembró buena semilla, así como Dios creó seres humanos sin pecado. El enemigo de la parábola sembró cizaña, así como el diablo se encargó de arruinar la buena semilla.
De este modo quedó determinado desde un principio que en esta tierra cohabitaría la maldad con el bien. Dios, siendo el dueño del campo, determinó que no arrancaría la mala hierba, sino que dejaría que creciera junto con la buena, de lo contrario, si procurara arrancarla, tendría también que arrancar la buena. Vuelvo y digo, el campo no es la iglesia, el campo, Jesús mismo lo dijo, es el mundo, y los hijos del reino, los discípulos de Cristo, tenemos el reto de vivir en medio de la cizaña.
Ahora, por un momento pongámonos en los zapatos del enemigo de la parábola. Si quieres hacerle un mal como este a tu enemigo, ¿Cómo lo harías? Yo pienso que el enemigo también tenía que saber de agricultura, así que creo que este hombre sabía cuánto trigo aproximadamente habría sido sembrado. Así que, ¿cuánta cizaña sembrarías? El corazón del hombre es perverso, y cuando en nosotros hay un deseo de venganza, nunca es a un nivel proporcional a la ofensa por la cual queremos vengarnos, siempre es mayor. Y creo que es lo que hizo este enemigo. No sembró la misma cantidad de cizaña, seguramente sembró el doble, el triple o más. Y cuando miro la realidad del mundo en el que vivimos, del campo de la parábola, es evidente lo desproporcionado que es ver la cantidad de almas, de personas que no quieren seguir a Cristo, que no quieren ser hijos del reino, frente a los pocos que son verdaderos discípulos.
Ahora, si bien la explicación de la parábola es clara al decir que el campo es el mundo, esto no excluye que en la misma iglesia haya cizaña. Los hijos del malo no sólo se encuentran allá afuera, también están en medio de la iglesia. Esos son los que podemos denominar fans. Los que pueden parecer trigo pero a la larga demuestran ser cizaña.
Expliqué hace un momento que la cizaña y el trigo se parecen mucho en su brote inicial. Cuando estas dos plantas están recién brotadas de la tierra, es muy difícil diferenciar la una de la otra, además, si están muy cerca la una de la otra, muy seguramente sus raíces estarán entrelazadas, de modo que a intentar arrancar una, se arrancaría la otra. Bueno, pues la decisión del granjero de la parábola de esperar hasta el tiempo de la ciega para separar estas plantas, tenía una buena razón de fondo. Y es que cuando han madurado y dan su fruto, la diferencia entre estas dos plantas sí es muy notoria. La espiga del trigo es muy diferente a lade la cizaña, los granos del trigo están todos como pegados al tallo en hilera y su peso hace que la planta se incline, mientras que los granos en la espiga de la cizaña no pesan tanto y van como intercalados, y toman un color grisáceo, en comparación con el color dorado del trigo. En fin, el fruto es una muestra muy clara de la planta. ¿Recuerdan lo que veíamos el domingo pasado? Por sus frutos los conoceréis hablaba Jesús en Mateo 7 acerca de los falsos maestros. Y como yo mencionaba el fruto en la vida de una persona, habla mucho de lo que hay en el interior. Es notorio cuando alguien quiere seguir a Cristo y también se nota cuándo alguien quiere seguir sus deseos. Podemos aparentar, podemos parecer trigo siendo cizaña, pero tarde o temprano el fruto en nuestras vidas revelará lo que realmente somos.
Así que, a la luz de esta parábola de Jesús, podemos entender que definitivamente los hijos del reino, los hijos de Dios, lo seguidores de Cristo, siempre van a tener que convivir con los hijos del malo, ya sea en términos generales dentro de este mundo, o incluso dentro de la iglesia.
Pero ¿qué más dice la explicación de la parábola? Va a haber una siega. Llegará el día en el que, así como en la parábola el sembrador dice a sus siervos que ordenará a los segadores recoger primero la cizaña, separándola así del trigo, Dios dirá a sus ángeles que recojan los malos y los echen al fuego, y  los buenos tendrán entrada en el reino de su Padre.
Por favor vayamos a Apocalipsis 14 y leamos los versículos 14 al 20.
Esta escena la encuentro un tanto irónica. ¿Cómo aparece Jesús descrito aquí? Sentado en una nube blanca, con una corona de oro en la cabeza y en la mano una hoz aguda.
La hoz es la herramienta más útil para recoger el trigo cuando se hace manualmente, es una herramienta de corte curva, que tiene su parte afilada en la parte interna de la curva. Bueno, encuentro irónica esta escena porque cuando busque la palabra hoz en la Biblia, en ningún momento la encontré asociada a la muerte como tal. El mundo, y creo que especialmente satanás, ha creado una imagen de lo que se llama el ángel de la muerte. Una caricatura siniestra de un ser que supuestamente viene a la hora de la muerte de las personas, vestido de negro y con una hoz en la mano. Genera miedo una figura como esta. Pero al imaginarme a Jesús con una hoz en la mano y segando la tierra, eso sí debería ser aterrador.
Llegará un día en el que Jesús dará la orden a sus ángeles para que separen el trigo de la cizaña, y a mí me aterraría ser cizaña y no trigo. ¿Qué sucederá con los que sirven de tropiezo y hacen iniquidad, según el versículo 41 de Mateo 13?  Serán echados en el fuego.
Los hijos del reino, representados en el trigo serán llevados al granero del Sembrador, según el versículo 30, o como lo explica el versículo 43 resplandecerán como el solo en el reino de su Padre.
Los hijos del malo, representados en la cizaña, serán quemados, según el versículo 30, o como lo explica el versículo 42, serán echados en el horno de fuego donde es el lloro y el crujir de dientes.
Si lo preguntara, sin duda todos queremos ser contados entre los que entran en la vida eterna, entre los que son contados como trigo. Pero no basta solo con querer, es necesario escuchar y hacer.
Como Lucas 6: 46, el versículo que una y otra vez he estado mencionando a lo largo de esta serie. ¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
O como dice Mateo 7: 21, que también estuvimos mirando el domingo pasado, No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino ¿qué? el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Querer ir al cielo no es el tiquete de entrada. Hacer la voluntad del Padre, hacer lo que Dios dice, someterse al salvador, sí.
Bueno, pero en el pasaje que leímos inicialmente hay 6 parábolas y hasta ahora solo hemos visto la primera. Las otras son cortas pero igual nos hablan de cómo es el reino de los cielos.
Para concluir sobre la parábola del trigo y la cizaña ¿qué nos dice acerca del reino de los cielos? Que llegará el día en el que Dios separará a malos y buenos. Enviando a unos a la condenación eterna y a otros a la vida eterna.
La siguiente parábola está entre los versículos 31 al 32.
Es la parábola del grano de mostaza. En esta parábola Jesús inicia de la misma manera: “El reino de los cielos es semejante a…”
En este caso habla que es como la semilla de mostaza que es la más pequeña de las semillas, pero que cuando germina y crece llega a ser como un árbol.
Si bien no encontramos la explicación por parte de Jesús a esta parábola, sí podemos identificar cuál es el punto de Jesús con esta parábola. Recordemos, nos está dando a entender un aspecto de cómo es el reino de los cielos. Al compararlo con el desarrollo que puede tener una semilla de mostaza siendo tan pequeña, hasta llegar a ser un árbol. Jesús está indicando que el reino de los cielos empezará pequeño, pero llegará a ser grande. Puede parecer insignificante al comienzo pero al final será inmenso. Si vemos al final de la historia, en el libro de Apocalípsis, capítulo 7, versículo 9, encontraremos  que Juan vio una multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, pueblos y lenguas. Cuando leo este versículo y el siguiente, me emociono al imaginarlo. Al pensar en toda esta multitud clamando a gran voz diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al cordero.
Así es el reino de los cielos, empezó pequeño, pero sin duda llegará el día que una gran multitud hará parte de ese reino.
Esta parábola está seguida de otra parábola. La parábola de la levadura, en el versículo 33. Esto que estamos viendo aquí los estudiosos lo llaman parábolas en pares. Es decir, son parábolas que ilustran el mismo punto pero con imágenes distintas. En el caso de la parábola de la levadura, el punto es el mismo de la semilla de mostaza. El reino de los cielos crecerá. ¿Alguna vez han visto cómo la levadura leuda la masa? Uno hace la masa con harina de trigo, luego le añade solo un poco de levadura y la deja reposar, y al tiempo encuentra que la masa ha crecido. Al igual que la semilla de mostaza que crece para ser un árbol grande, la levadura hace que la masa también crezca. En estos dos casos encontramos que el reino de los cielos tiene un crecimiento. Empieza pequeño pero crece.
De este punto saltemos ahora al versículo 44 para ver las otras parábolas de este pasaje.
Esta la parábola del tesoro, de la perla y de la red.
En el caso del tesoro y la perla es similar al de la semilla de mostaza y la levadura, son dos parábolas que de fondo tienen el mismo significado. Y si deseo que algo quede en el corazón de los que hoy me oye, es precisamente el significado de estas tres parábolas.
Leamos los versículos 44 al 46.
Como ya lo observamos, estas dos parábolas comienzan con la misma frase: “El reino de los cielos es semejante a…”
Miremos la primera, la parábola del tesoro, que está en el versículo 44.
Por una parte puede parecer un acto lógico: encontraste un tesoro, y sabes que tu ganancia será mayor cuando hayas vendido todo y hayas comprado el campo.
Pero mirémoslo con una perspectiva un poco más realista. Si yo mañana llego a donde Paola y le digo: amor, encontré un lote que definitivamente tenemos que comprarlo, allá hay un tesoro escondido, así que como sea tenemos que comprarlo. Y empiezo a venderlo todo. Hago venta de garaje, vendo el carro, pongo en venta la casa etc. ¿Cómo creen que me verá la gente? O ¿Qué creen que me dirá mi esposa? Como sea tendré que convencerla a ella que lo que digo es cierto. Así ese lote esté ubicado en un lugar de difícil acceso y no parezca una buena inversión.
Creo que parte de la función de las parábolas de Jesús era exagerar un poco, con el fin de resaltar con mayor claridad lo que quería decir. Dice la parábola que este hombre con gozo va y lo vende todo para poder comprar ese campo.
Pero antes de concluir con esta parábola, miremos la siguiente, versículos 45 y 46.
Esta es la parábola de la perla. Esta es más exagerada aún.
Un comerciante que busca perlas finas no encontró una perla fina, sino que encontró: LA perla. De modo que sin dudarlo va y lo vende todo con tal de obtener esa perla.
Pensemoslo bien. Nuevamente recordemos que Jesús está dándonos a entender algo de cómo es el reino de los cielos.  Y en estos dos casos encontramos dos hombres que hicieron algo exagerado cuando encontraron algo muy valioso.
Para el que lo halla, el reino de los cielos es tan valioso que está dispuesto a dejarlo todo con tal de obtenerlo. La salvación es tan valiosa, que el que la haya está dispuesto a dejarlo todo, con tal de gozar de ella. El cielo es tan valioso, que el que lo haya, está dispuesto a dejarlo todo con tal de alcanzarlo.
Conocer a Cristo es tan valioso, que quienes lo hallan están dispuestos a renunciar a todo con tal de seguirlo.
Vuelvo a mi pregunta entonces: ¿Qué eres, fan o discípulo? El fan se alegra de que el cielo exista, se alegra con las noticias del reino, se alegra con la salvación. El discípulo no solo se alegra con todo lo anterior, sino que también renuncia a todo lo demás con tal de obtenerlo.
Jesús dijo en Mateo 6: 24 que ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará a otro o viceversa.  No podemos servir a Dios y a las riquezas. No podemos seguir a Cristo mientras amamos las cosas de este mundo. No podemos seguir a Cristo, mientras nuestro deleite está en las cosas de este mundo, llámense, fama, dinero, posesiones, estatus, empleos, reconocimiento, etc.
El que encuentra a Cristo y realmente entiende lo que significa la salvación que hay en él, es como el comerciante que conoce el valor de esa perla y no le importa renunciar a todo lo que tiene con tal de obtenerla. O como el hombre que no le importa venderlo todo con tal de comprar ese campo porque sabe que ahí hay un tesoro.
Nuevamente vuelvo a lo que dije el domingo pasado. El verdadero discípulo toma la decisión intencional de seguir a Cristo, conociendo el costo que eso involucra.
El comerciante, y el que halló el tesoro eran conscientes del precio que tenían que pagar, y lo pagaron gustosos.
Y también repito: hay quienes quieren la salvación sin someterse al salvador. Hay quienes quieren el cielo sin reconocer su pecado y mucho menos renunciar al mismo.
Si quieres seguir a Cristo, debes entender lo valioso que es el reino de los cielos y esa comprensión te llevará a entender de cuán poco valor es todo lo que puedas tener en este mundo.
Ahora sigamos con la última parábola. Versículos 47 – 51.
Es la parábola de la red. Y sin duda nos recuerda la explicación de la parábola del trigo y la cizaña.
El reino de los cielos es semejante a una red. Algunos de ustedes saben que a mí me gusta la pesca. Alguien cercano a mi familia solía decir: prefiero un mal día de pesca a un buen día de trabajo, y estoy completamente de acuerdo con el. Eso hace que cuando encuentro alguna referencia a la pesca en la palabra de Dios, en algún grado me siento identificado. Nunca he pescado con atarraya y en realidad me parece un tanto difícil. Pero sí he tenido la experiencia de sacar peces que por una u otra razón he tenido que devolver.
Imagínense esta situación: estás teniendo un mal día de pesca y de repente logras que algo se pega al anzuelo, te emocionas. Al fin lograste algo, y cuando finalmente tienes el animal en tu mano o en la nasa, te das cuenta que es muy pequeño, o que es un pez que no es de muy buen sabor, o que tiene mucha espina. En fin. Hay sinumero de razones por las cuales uno debe tomar la decisión de devolver un pez al agua.
El reino de los cielos es semejante a la red de pescar. Obviamente, a mayor escala, los pescadores sacan la red llena de toda clase de peces y cosas, y tiene que escoger entre lo que sirve y lo que no.
En el fin del mundo vendrán los ángeles de Dios y seleccionarán los discípulos de los que no lo son. Y a los que no lo son les espera un final horrendo. Quienes no sigan a Cristo. Quienes rechacen el mensaje del evangelio enfrentarán esa selección y quedarán como la cizaña o como los peces malos. Sacados y echados a un lado, lanzados en un horno de fuego. La explicación de la parábola del trigo y la cizaña, así como esta parábola tienen el mismo comentario al final. Allí habrá lloro y crujir de dientes.
La condenación eterna no es un final y ya. Lo horrendo del infierno es que quienes lleguen allá nunca cesarán de existir. Estarán en un estado de consciencia permanente, sintiendo y sufriendo el dolor de las quemaduras sin nunca consumirse. Tal será el sufrimiento que hasta rechinarán sis dientes en medio del llanto y nunca sentirán alivio de ese sufrimiento.
Muchos dicen que si Dios es amor, entonces no tiene por que mandar a nadie al infierno, pero vuelvo a lo que ya dije antes. La verdad más perturbadora de toda la Biblia es que Dios es bueno, y como es bueno, entonces es justo. No podemos esperar que dé por inocente al culpable. El que no reconoce que es pecador y está condenado a ese infierno, difícilmente entenderá la grandeza del amor de Dios reflejada en el grandioso sacrificio de Cristo como pago por nuestros pecados.
Vuelvo al tesoro y la perla. ¿Entiendes lo valioso que es el reino de los cielos?
¿Estás dispuesto a renunciar a todo con tal de seguir a Cristo y contarte entre el trigo?
¿Eres fan o eres discípulo?