Continuamos con la serie ¿Fan o Discípulo?

Hasta ahora hemos visto la vida de dos personajes en la Biblia que ilustran claramente cómo es un falso convertido, o según el título de la serie, ilustran lo que es un fan, pero no un discípulo.

En un principio estuvimos leyendo el capítulo 8 del libro de Hechos, entre los versículos 4 y 25. En este pasaje se encuentra registrada la historia de Simón el mago. Un hombre que aparentemente recibió el mensaje del evangelio, pero que en realidad nunca tuvo un encuentro real con Cristo, nunca hubo en su vida arrepentimiento, sino que siempre estuvo interesado en seguir sus propios intereses. En las apariencias mostró ser un discípulo, pero con el tiempo terminó mostrando lo que realmente era: sólo un fan.

Una vez mas aprovecho para animarles a leer este pasaje y también a aprovechar el recurso que como congregación tenemos en internet, en donde semanalmente procuramos hacer disponibles los audios de las enseñanzas que se exponen aquí los domingos, todo esto lo encuentran en www.aachia.com

Después de haber visto la vida de Simón el mago, estudiamos la vida de Judas Iscariote. Un personaje siniestro a mi parecer. Un hombre que dominó el arte de la hipocresía con una habilidad extraordinaria. Fuera de Jesús, quien siempre supo quién era Judas, nadie más supo ni sospechó de lo que realmente era Judas. Judas fue un hombre que se contó entre los doce discípulos más cercanos a Jesús. Participó en el ministerio, sirvió administrando las finanzas, incluso es muy probable que haya hecho milagros y que haya predicado el evangelio. Externamente mostró muchas cosas, pero en su interior nunca hubo un cambio. Nunca hubo transformación. Nunca hubo un encuentro real con el salvador.

Dos hombres, dos historias. Ambos mostraron vidas piadosas, ambos hicieron cosas que podían hacer pensar a cualquiera que realmente eran discípulos, pero ninguno de los dos tuvo verdaderos frutos de arrepentimiento en su vida. Ninguno de los dos tuvo un encuentro real y personal con Jesús.

Vuelvo y digo que abordar el tema de falsos convertidos es tan difícil como necesario. Una de las cosas con las que he luchado en el proceso de estudio y preparación de esta serie, ha sido el temor que y el cuidado que debo tener de no poner cargas pesadas sobre mis hermanos. Eso no lo quiero hacer. Lo que sí anhelo es levantar una voz de alerta, sonar la alarma en cuanto al tipo de cristianismo que estamos viviendo. Y una vez más vuelvo al pasaje de 2 Corintios 13: 5.

Por favor abramos nuestras Biblias en este versículo:

Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?

Me gusta la versión de este versículo en la Nueva Traducción Viviente:

 

Así esta:

Examínense para saber si su fe es genuina. Pruébense a sí mismos. Sin duda saben que Jesucristo está entre ustedes; de no ser así, ustedes han reprobado el examen de la fe genuina.

Insisto en lo que ya dije anteriormente: considero un error pararme frente a ustedes y asumir que todos los que me están escuchando son verdaderos cristianos que han puesto su fe en Cristo, que han entendido la gravedad de su pecado y se han arrepentido al entender la grandeza de la misericordia de Dios en Cristo. Y especialmente creo que es un grave error hacerlo porque al hacerlo terminaría participando en estimular el engaño entre aquellos que probablemente no tienen a Cristo en sus vidas, pero creen que tienen la eternidad asegurada en el cielo.

Esto lo vimos en las vidas de Simón el mago y de Judas Iscariote. Fueron personas que externamente parecían ser creyentes, con lo cual podría pensarse que iban al cielo, pero finalmente se hizo evidente que todo era un engaño. También insisto en decir que, si hay algo peor que ir al infierno, es llegar allá creyendo que se va para el cielo.

Sin duda este es el sentir de Pablo al decirles esto a los Corintios. Quiero animar a cada uno de los que me escuchan a que mire atentamente este versículo. Pablo dice examínense para saber si su fe es genuina, pero no queda ahí, también dice que nos probemos.

En otras palabras, se supone que Jesucristo está en nosotros. Pero si no está en nosotros, entonces nuestra fe no es genuina, y no hemos aprobado el examen, la prueba.

Romanos 8: 16 dice:

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

Así como Judas Iscariote o Simón el mago, creo que muchos pueden estar auto-engañándose pensando que ciertas acciones pueden asegurarles el cielo. Y en realidad creo que a la larga cada uno puede saber con certidumbre si realmente es o no hijo de Dios. Es precisamente lo que acabamos de leer en Romanos, y es precisamente lo que nos anima Pablo a hacer en 2 de Corintios 13: 5.

Podemos tener la certeza de ser hijos de Dios porque el Espíritu Santo en nuestras vidas lo reafirma. O podemos estar engañándonos a nosotros mismos haciéndonos creer que somos algo que en realidad no somos.

No sé si alguna vez han escuchado o participado en conversaciones como esta: Yo soy cristiano. Ah, eres cristiano, ¿por qué? Porque voy todos los domingos a la iglesia, o porque me congrego en tal iglesia, o porque nací en un hogar cristiano, o porque hice una oración, o porque me bauticé. Saben he visto personas bautizarse que sé que no entienden el evangelio. Hagan el ejercicio. Casi en cada ceremonia de bautizos que he presenciado, me atrevo a decir que, sin excepción, al momento de escuchar los testimonios he escuchado testimonios con una ausencia total de arrepentimiento, de quebrantamiento. Personas que siguen la corriente de lo que se debe hacer como cristiano, pero que muy probablemente no han entendido el misterio del evangelio. Y tú puedes ser una de esas personas. Por favor sé sensible a la palabra de Dios, a lo que Dios tiene para enseñarte hoy.

No cometamos ese error. Nada de lo que hagamos externamente nos hace cristianos, nada de eso nos lleva al cielo.

Sé que los dos mensajes anteriores han sido un poco duros. Pero ante todo quiero ceñirme a la palabra de Dios. La realidad es que le evangelio no es un mensaje fácil de digerir. No es para quienes buscan lo fácil, no es para quienes desean bienestar, prosperidad, paz, sosiego y una vida feliz.

Así que una vez mas animo a que cada uno se examine para ver si su fe es genuina, y evalúe si realmente está en la fe. Que se pruebe a sí mismo y conozca si realmente Jesucristo está en su vida.

Y antes de proseguir al pasaje que quiero que estudiemos hoy les invito a que una vez mas leamos Lucas 14: 26 y 27

¿Eres discípulo de Jesús?

¿Recuerdan el significado de la palabra discípulo?

Hemos aprendido que discípulo significa aprendiz. Un discípulo es un estudiante, es alguien que está al lado de un maestro atento a aprender y a poner en práctica lo que su maestro le enseña. Así es que sí nos llamamos discípulos de Jesús, entonces nos podemos considerar aprendices de Jesús.

¿Alguien tiene presente qué dicen los versículos siguientes del pasaje que acabamos de leer? Leamos Lucas 14: 28 – 33.

Aquí Jesús está diciendo: el que quiera ser mi discípulo, el que quiera ser mi aprendiz, debe evaluar primero el costo de serlo. En otras palabras, a la vida cristiana no se llega accidentalmente, ni por que sí. La vida cristiana no se hereda. El verdadero discípulo toma la decisión intencional de seguir a Cristo, conociendo el costo que eso involucra.

Y pensando en esto les invito a que leamos Mateo 7: 21 – 29

Este pasaje es conocido como la parábola de los dos cimientos. Es la conclusión del renombrado sermón del monte. Si hay un pasaje que encuentro retador en la palabra de Dios para mi caminar en Cristo es el que se encuentra entre los capítulos 5 y 7 del evangelio de Mateo. Y aprovecho para animarles a que esta semana en su tiempo devocional, si lo tienen, lean este pasaje.

No sé si pueda haber palabras más duras que las escritas en el versículo 23. Es el momento exacto en el que muchos irán a parar en el infierno a pesar de que estaban confiados en que iban para el cielo.

Pero volvamos primero al versículo 21. ¿Les recuerda algo esto? A mí me hace pensar una vez mas en Lucas 6: 46, y les invito a que abramos nuestras biblias en ese versículo, porque es precisamente la versión de Lucas de este pasaje que acabamos de leer en Mateo. Leamos los versículos 46 al 49. Lucas 6: 46 – 49

Jesús muy directamente cuestiona a quienes lo escuchan, ¿Por qué me dicen Señor, Señor, pero no hacen lo que yo digo?

Y quiero destacar los verbos en el versículo 47.

¿Cómo dice?

Todo el que:

Viene a mí
Oye mis palabras
y las hace, (las pone en práctica).

Tú puedes venir a Jesús, pero eso no es suficiente. Puedes acercarte a Cristo, puedes venir a la iglesia, puedes parecerte a un cristiano como Simón el mago o Judas Iscariote, pero estar cerca de Jesús no es suficiente para gozar de la salvación.

También, además de venir o acercarte a Jesús, también puedes escuchar sus enseñanzas. Pero eso no es suficiente. Podemos estar cerca de Jesús, escuchar su palabra, incluso tener un tiempo devocional diario leyendo la Biblia, o escuchando enseñanzas cristianas, o tener un discipulado. Podemos bautizarnos, podemos participar de la cena del Señor, pero eso no basta. Eso no garantiza la salvación.

Es necesario acercarse a Jesús, escuchar su palabra y obedecerla. Ponerla en práctica. De lo contrario terminamos siendo como el hombre insensato de la parábola. Pero volvamos al pasaje de Mateo 7. Estábamos comparando el versículo 21 con el Lucas 6: 46. En ambos versículos Jesús habla de aquellas personas que lo llaman Señor, Señor.

Pero pasemos ahora al versículo 22. ¿Cuál es la primera palabra de ese versículo? Miren en su Biblia y lean esa primera palabra. Quiero hacer énfasis en esa palabra porque es precisamente lo que me alarma respecto al tipo de cristianismo que vivimos los llamados cristianos de nuestra era. Encuentro perturbadora esta sola palabra en este contexto porque queda reiterada en el versículo Mateo 22: 14, que dice: muchos son los llamados, pero pocos son los escogidos. Muchos de los que se llaman hoy cristianos. Muchos de los que comparten con nosotros en nuestras actividades cristianas, de los que van a los conciertos cristianos, de los que asisten a iglesias cristianas, de los que estudian en colegios cristianos. Es más, muchos de quienes organizan estos eventos, o dirigen estas organizaciones o iglesias… insisto. MUCHOS de estos estarán entre estas personas que vendrán ante Jesús y le dirán:

Señor, Señor, ¿nos recuerdas? O más bien ¿no te acuerdas de mí? En tu nombre enseñé tu palabra, en tu nombre hice milagros, expulsé demonios, en tu nombre dirigí organizaciones cristianas, pastoreé iglesias, en tu nombre organicé congresos, en tu nombre lideré alabanzas, en tu nombre organicé conciertos. ¿Y cuántas cosas más podríamos añadir a la lista?

Y estos muchos que vendrán con su currículo delante de Jesús, como quien presenta una apelación ante un juez por un fallo injusto, y tratarán de convencer a Jesús diciéndole cuántas cosas hicieron ellos en su nombre con el fin de tener entrada en la vida eterna del cielo.

Pero ¿qué respuesta les dará Jesús? Nunca os conocí. Ahora bien, esto no quiere decir que Jesús no sepa quiénes son. Él sabrá perfectamente quiénes son. Es más, sin duda él tendrá muy presente todo lo que ellos hicieron en su nombre. Pero tristemente, aunque estas personas puedan tener una hoja de vida sorprendente, carecerán de lo más importante: Un encuentro real, íntimo con Cristo. Un encuentro a tal punto del que Jesús pueda decir: yo te conozco. Estas personas sin duda conocerán de Jesús, conocerán de Dios y su palabra. Pero no conocerán A Jesús.

Es como el fanático de una estrella de rock o de un deportista. ¿Han visto personas así? Hay personas tan fanáticas que se conocen la vida en detalle de sus ídolos. Saben su fecha de nacimiento, de quién son hijos, dónde estudiaron, qué estudiaron, cuántos romances han tenido, cuántos matrimonios han tenido, cuántos hijos. Dónde viven etc. Saben todo acerca de sus ídolos. Salvo una cosa, nunca se han conocido. O incluso, pude que en algún momento hayan logrado estar cerca de esa a tal punto de tomarse una selfie con él o ella. Pero nada de eso constituye una relación real y estrecha con su ídolo.

Qué creen que pasaría si esa persona fanática de un personaje famoso, tiempo después de haberse tomado una selfie con su ídolo, tuviera la oportunidad de encontrarse de nuevo con él o ella, y al hacerlo le dice: Hola… Justino, cómo estás, ¿te acuerdas de mí? ¿Cuál creen que será la respuesta? ¡¿Cómo?! ¡No te conozco!

Pues creo que la escena con Jesús será mucho más horrenda. Lamentablemente este va a ser el último balde de agua fría que caerá sobre ellos, porque de ahí en adelante pasarán la eternidad en el fuego eterno.

Nunca os conocí, será lo primero que les diga Jesús a estos muchos. Pero la otra parte no deja de ser perturbadora. Apartaos de mí es lo siguiente.

No sé qué puede ser más duro: si escuchar a Jesús decir: nunca te conocí, lo cual de por sí ya es una sentencia suficiente para saber a qué me voy a enfrentar, o escucharle decir apártate de mí. O quítate de aquí. O no te quiero ver. Estas son palabras fuertes, rudas. Y esto me lleva de nuevo al comienzo, examínate para ver si estás verdaderamente en la fe, no sea que estés reprobado, porque de ser así, te estás preparando para contarte entre esos muchos.

Tres frases hay en este versículo muy perturbadoras: Nunca os conocí
y apartaos de mí son las dos primeras, y la tercera no deja de ser inquietante.

Imaginémonos la escena. Vienen los muchos ante Jesús, la mayoría con una carpeta en la mano, y tan pronto tienen la oportunidad abren sus carpetas y le muestran a Jesús todo su historial: mira lo que hice, la iglesia que pastoreaba tenía 5000 miembros. O mira todas las sanidades, o mira todas las campañas evangelísticas. ¿Pero cómo calificará Jesús esas obras?

Todo lo que estas personas hicieron pensando que era el tiquete de entrada al cielo terminará siendo tildado de obras malas. Obras de maldad.

¿Qué dice Isaías 64: 6?

Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.

Todo lo bueno, lo mejor, nuestras obras más justas y altruistas son basura, no sirven, no repercuten para nuestra salvación. Lo más justo que podamos hacer pensando que sirve para salvarnos termina siendo una obra tan mala como lo más malo que pudiéramos hacer. Y esto queda expresamente declarado en las palabras de Jesús: Todo eso que hicieron en mi nombre son actos de maldad.

Deseo que ninguno de los que escucha estas palabras llegue a contarse entre esos muchos, y los siguientes versículos nos ayudan a entender con más detalle cómo no hacer parte de esa multitud.

Leamos Mateo 7: 24 y 25. Observen las coincidencias con el pasaje de Lucas 6 que leímos hace un momento.

El hombre prudente es el que escucha y obedece. El hombre prudente es el hombre dócil, manso que hace lo que se le dice cuando se le dice. Tengo un vecino que es entrenador de perros. Creo que se especializa en entrenar Pastores Alemanes, (no sé si también entrene pastores, pero creo que sería interesante hacer la prueba). Lo que me causa curiosidad es ver la respuesta de los perros ante sus órdenes. Si él le dice que se quede echado en cierto sitio, el perro entrenado va a hacer exactamente eso hasta cuando su entrenador le dé otra orden. Y otra cosa que noto es que siempre el perro debe estar mirando a su amo. No soy un experto, pero creo que de las primeras cosas que él les enseña a sus perros es a no apartar la mirada de él. El entrenamiento es tan efectivo que sus perros obedecen de inmediato ante la orden que se les da. Estos perros oyen las palabras de su amo y las hacen, las ponen en práctica. Así mismo es el hombre prudente de la parábola.

Miremos ahora los versículos 26 y 27.

El hombre insensato es el que oye, pero no hace. El que no pone en práctica las palabras de Jesús. Es como un perro mal entrenado o sin entrenamiento que escucha la orden, pero no la obedece.

El hombre que no hace lo que Jesús dice se contará entre los muchos que dirán: Señor, Señor. Fíjense que es alguien que oye, que está expuesto a la palabra de Dios, pero que no la pone en práctica.

Así que, redundando en torno a la pregunta ¿eres discípulo de Jesús?, podemos afirmar que el verdadero discípulo de Jesús está dispuesto a escuchar su palabra y obedecerla. O, dicho en términos opuestos, no es discípulo aquel que escucha, pero no obedece.

Quienes conocen de construcción o quienes hemos tenido la oportunidad de participar en un proceso de edificación de una casa, seguramente hemos visto cómo empieza todo.

Se tiene un terreno y como desea construir, en su mente se imagina ese terreno con una hermosa casa en él. Pero cuando se quiere construir hacia arriba, siempre, siempre hay que comenzar yendo hacia abajo. El pasaje de Lucas es más específico en este punto. Dice que el hombre sabio cavó y ahondó hasta encontrar roca. Buscó sobre qué poner el cimiento, el fundamento sobre el cual se sostendría su edificación. Cuando uno está en el proceso de construcción de su casa, siempre tiene un objetivo claro: Mudarse en algún momento para disfrutarla. Uno quisiera comprar un terreno y al día siguiente ya tener la casa terminada. Pero así no es la realidad. El proceso es tedioso y desgastante. Y las cosas hay que hacerlas en un orden lógico. Nunca se puede comenzar por el techo, y para establecer un fundamento hay que hacer estudios de suelo, hacer pruebas, examinar y determinar con precisión si el área sobre la que se desea construir es apta y reúne las condiciones adecuadas para el fin.

Sin embargo, si uno es perezoso, en lugar de darse a la tarea de hacer estudios, pruebas y cavar, como quiere tener su casa pronto, opta por empezar a poner un piso, luego unas paredes, luego unas vigas y un segundo piso, otras paredes y el techo. Eso, además de absurdo, suena bastante peligroso ¿cierto? Bueno, pues eso es precisamente lo que Jesús está ilustrando con el insensato que construyó sobre a arena. No se dio a la tarea de buscar un buen fundamento para su casa.

Pero aquí no termina la historia. Supongamos que estos dos hombres son vecinos, y ambos construyen su casa. De hecho, están en un conjunto cerrado que se rige bajo unas normas de propiedad horizontal, las cuales contemplan que todas las casas deben conservar una similitud al menos en su parte exterior. Así que estos dos hombres inician su obra y la terminan. ¿Cuál creen que será el resultado en este punto?

Ambas casas van a verse muy bien. Sin duda ambas casas van a ser bonitas, con acabados muy parecidos, en el mismo conjunto etc. Ahora, ¿qué dice la parábola que les sucedió a estas casas?

¿A una le cayeron todos los males inclementes del clima, mientras que la otra estuvo siempre bajo condiciones climáticas favorables?

¡No! Ambas casas enfrentaron lo mismo. Y la diferencia es obvia. La diferencia está en los cimientos.

Y la pregunta obligada en este punto es: ¿sobre qué está cimentada tu vida? ¿Sobre roca o arena?

Para saber la respuesta sólo debemos mirar si estamos siendo sensibles a la palabra de Dios, obedeciéndola, o si estamos haciendo todo lo contrario.

Como mencioné al principio, esta parábola es la conclusión del sermón del monte. Y quiero hacer énfasis en 5 elementos que Jesús menciona en este sermón, y que van hilados con esta parábola, y son estos:

  1. Dos puertas
    2. Dos caminos
    3. Dos grupos de personas
    4. Dos árboles
    5. Dos constructores.

Empecemos con las dos puertas, quisiera tener el tiempo suficiente para ahondar más en este pasaje, pero confío en que el Señor nos concederá otra oportunidad para abordarlo más a fondo. Leamos Mateo 7: 13 y 14.

¿Cómo son las puertas que Jesús describe aquí?

Hay una ancha y una angosta. Y Jesús dice: entrad por la puerta ancha, es más fácil. ¿Correcto? ¡No! Dice que entremos por la angosta. También habla de los dos caminos. ¿Cómo son los dos caminos? También hay uno amplio y uno angosto. La vía al infierno es una doble calzada, es una vía 4G. Siempre va a ser la más fácil y la más rápida. La vía hacia la vida eterna nunca va a ser fácil. Si crees que la vida cristiana es fácil quizás no estás viviendo la verdadera vida cristiana. Si crees que ser cristiano no es difícil, quizás estás siendo un fan y no un discípulo. Aquí Jesús mismo nos está diciendo con palabras muy claras que es más fácil llegar al infierno que llegar al cielo. Y ahí mismo encontramos los dos grupos de personas. Muchos son los que entran por la puerta ancha, pero pocos son los que hallan la puerta estrecha.

Me duele pensar en cuántos hay que llamándose cristianos están recorriendo el camino amplio y pavimentado de la vía al infierno, porque van engañados en sus propias percepciones. Muchos son los que entran por la puerta ancha, muchos son los que le dirán a Jesús: Señor, Señor. Lamentablemente muchos son los que hoy mismo le dicen Señor, Señor, pero no hacen lo que él dice.

Ahora leamos los versículos 15 al 20

Aquí están los dos árboles. Está el árbol de buen fruto y el árbol de mal fruto. El fruto es el que indica cómo es el árbol. A la hora de examinarte, puedes mirar tu fruto. Si bien en este pasaje Jesús habla del fruto de los falsos maestros, y la advertencia de Jesús es respecto a cuidarnos de los falsos maestros, creo que independiente de que se sea maestro o no, el fruto se ve, sea bueno o sea malo. Se ve cuando una persona está siendo transformada por Dios. Se nota cuando alguien está dispuesto a obedecer lo que Jesús dice sin importar el precio. Es evidente cuándo alguien quiere seguir sus deseos y no someterse a la palabra de Dios. Los frutos se ven.

Muchos quieren acercarse a Jesús, pero no quieren seguirlo. Muchos quieren la bendición de la salvación sin el sometimiento al salvador. Muchos quieren llegar al cielo sin reconocer que son pecadores, sin arrepentirse. Sin arrepentimiento no puede haber perdón, así como no puede haber salvación sin sometimiento al salvador.

La multitud de personas que se acercarán a Jesús a decirle Señor, Señor, tendrán algo en común: todo lo que hicieron en nombre de Jesús, fue en sus fuerzas y no bajo el sometimiento en obediencia a lo que Jesús enseñó.

Leamos Tito 1: 15 y 16

Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.
Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.

Esto es lo que pasa con los muchos que dirán Señor, Señor. Me temo que los entornos cristianos de hoy en día están saturados de personas así. Personas como el hombre insensato que oyen, pero no hacen, que profesan conocer a Dios, que profesan ser cristianos, pero con sus hechos lo niegan.

¿Cómo dice Pablo que son esas personas?

Son abominables, rebeldes, reprobados. Todo esto me lleva a recordar lo que dice Juan 6: 60 Dura es esta palabra, ¿quién la puede oír? ¿Quién la puede soportar? y dice en el versículo 66 que muchos se volvieron y ya no lo seguían.

El evangelio que hoy mismo se está predicando en muchas iglesias es un evangelio fácil. Un evangelio que les dice a las personas lo que quieren oír. Que todo va a salir bien, que Dios va a sanar enfermedades, que Dios va a traer prosperidad económica, que va a dar trabajo, que va a solucionar todos los problemas. Lo triste es que no se habla del mayor y verdadero problema de la humanidad. No se habla del pecado y de lo perdidos que estamos en él. No se habla de la justicia de Dios. No se habla de arrepentimiento.

¿Saben cuál es la verdad más perturbadora en toda la Biblia?

La verdad más perturbadora en toda la Biblia es esta: que Dios es bueno.

Me perturba que Dios sea bueno porque yo no lo soy. Me preocupa darme cuenta de que, si él es bueno, entonces por consiguiente es justo… y yo no lo soy. Me inquieta saber que Dios por ser justo emite juicios justos sobre todos. Y si yo no soy bueno sé qué debo esperar de un Dios justo para conmigo.

Dios es bueno, pero no es bonachón. Dios es justo, pero no alcahueta. Así que el pecado lo castiga con lo que merece el pecado. Lo castiga con la muerte. Eso hace que él sea un Dios temible. Quitémonos de la mente esa imagen de un Dios que es solo amor y que al final va a salvar a los muchos y los pocos se van a perder. No. Así no es. Ya lo vimos. Son muchos, muchos los que se pierden. Y quiero contarme entre los pocos que tienen el privilegio de entender el misterio del evangelio.

Muchos tienen un entendimiento limitado del evangelio, un falso sentido de seguridad. Creen lo que dice la Biblia, creen en Dios, hacen la oración del pecador, asisten a la iglesia con fidelidad etc. hacen todo lo externo y van creando un falso sentido de seguridad impulsado por sentimientos emocionales.

No sé si lo han notado, pero muchas veces hay una obsesión por la actividad religiosa. Hay personas más comprometidas con una iglesia que con el evangelio. Uno les pregunta: ¿a dónde asistes? y sacan pecho diciendo a Avivamiento, a G12 a Su Presencia. Se sienten de mejor estrato. Para muchos, ya sea en iglesias grandes o pequeñas, la iglesia satisface sus necesidades sociales. Encuentra un grupo de personas afines con quienes se sienten a gusto. Entonces van a encontrarse con esas personas, pasan tiempo juntos, sí oran o comparte algo de la palabra de Dios en sus reuniones, pero en sus conversaciones cotidianas no está el evangelio, su actuar, su pensamiento colectivo, se asemejan por no decir que son idénticos a los del mundo. Unas palabras que un día dijo mi hermana Carolina siempre me han retumbado en la cabeza. Ella estudiaba en un colegio público y en una ocasión dijo: ¿Sabes? Lo que veo, hablo y comparto con mis compañeros del colegio no difiere en nada con lo que veo, hablo y comparto con los jóvenes de la iglesia.

Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan…

Mateo 15: 8 dice:

Este pueblo de labios me honra;
Mas su corazón está lejos de mí.

Una vez más insisto. Examinémonos a nosotros mismos para saber si nuestra fe es genuina, probémonos.

Un día todos nos presentaremos delante de Jesús y tendremos que rendir cuentas delante de él ¿qué le dirás tú? ¿Señor, Señor, yo asistía a Aposento Alto Chía, yo iba fielmente a las reuniones de damas o de jóvenes? O ¿Señor, Señor, yo ayudé a organizar eventos evangelísticos? o ¿Señor, Señor yo no me perdí ningún campamento ni congreso? ¿Qué le dirás tú?

O tendrás la tranquilidad de mirarlo a los ojos y decir: Señor, tú sabes quién soy yo, tú me conoces.

El que oye pero no obedece es como el que construye una apariencia. Es como construir una casa de icopor. Por fuera puede verse muy bien, puede verse igual a las demás, pero es solo eso, una apariencia. No tiene la esencia de un buen cimiento, no tiene los buenos materiales que la hacen fuerte.

La diferencia de estas dos casas está en el interior. En lo que no se ve. La diferencia entre los fans y los discípulos también está en el interior, en lo que no se ve.

La grande ruina del hombre insensato es el infierno. La permanencia de la otra casa es el cielo.

1 de Juan 2: 17 dice:

El mundo y sus deseos pasan; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Santiago 1: 22 dice:

Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.

El que oye y hace es como el hombre prudente, es el discípulo.

El que oye y no hace, es como el insensato y se engaña a sí mismo.

Entonces ¿qué eres tú? ¿Fan o discípulo?